El de los combustibles es quizás el último capítulo de una saga interminable de injusticias que suceden en un país cada vez más centralista.
Año a año, campaña a campaña, los sucesivos Gobiernos nacionales agotan horas de discursos sobre la necesidad de que Argentina sea, de una vez por todas, un país verdaderamente federal, pero en la práctica sucede todo lo contrario.
Misiones y otras provincias vuelven a sentir el rigor de ese innegable centralismo. Merced a la escasez de combustibles que comienza como una crisis central, peligra el normal abastecimiento de garrafas de gas.
Quizás convenga recordar que si la provincia aún depende de garrafas es por ese mismo centralismo que desde siempre castiga a la periferia.
Décadas de postergamiento siguen poniendo a Misiones al final de la cola, esperando un Gasoducto del NEA que se anuncia todos los años y que, sin embargo parece estar cada vez más lejos de la tierra colorada.
Ni siquiera se contempla la posibilidad de una tarifa de luz diferenciada no sólo por no contar con redes de gas, sino también por haber sufrido todas las consecuencias de emprendimientos hidroeléctricos cuyos beneficios siguen fluyendo en otra dirección.