La incertidumbre económica alude a la falta de certeza del valor que tomará una variable o a la impredictibilidad acerca del futuro. La incertidumbre mina la confianza de una estructura económica y la vuelve frágil, sensible a cualquier movimiento. La incertidumbre parte de la práctica política. Si las señales desde las administraciones son ambiguas o confusas el resultado difícilmente sea el éxito de esa gestión.
Hace un tiempo largo que las sucesivas administraciones de la Casa Rosada vienen minando a la estructura económica que compartimos todos los argentinos. La acumulación de errores (a veces no forzados), de decisiones viscerales que antes que arreglar buscaban lastimar y de problemas irresueltos siempre de los mismos lugares nos depositan a los argentinos en lugares que querríamos olvidar de una buena vez.
Góndolas con mercaderías acotadas, estaciones de servicio atiborradas de madrugada, correr y comprar rápido para ganarle a la cada vez más veloz pérdida del poder adquisitivo son cosas a las que nos acostumbramos mientras seguimos escuchando discursos vacíos de contenido, repletos de sutilezas y verborragias internas.
Todos los días, con señales ambiguas y confusas, se abona el terreno para que la incertidumbre se apropie de todo. Hoy más que nunca se precisan señales urgentes… o al menos otro tipo de señales.