El 11 de julio de 1822 el pintor francés Louis Jacques Mandé Daguerre y su connacional Charles Marie Bouton presentaron a la sociedad parisina (un año después lo llevarían a Londres) un revolucionario invento: un espectáculo que llevaría el nombre de Diorama y que constituye un antecedente cercano al cine creado casi un siglo después.
En un salón acondicionado especialmente, como las salas cinematográficas del siglo XX, instalaron decorados de teatro de grandes dimensiones, buscando exponer escenas de un gran realismo a través de efectos lumínicos y múltiples elementos animados (juegos de agua, animales) con la excepción de personajes vivientes.
Con la iluminación, se lograba cambiar la atmósfera de una misma escena y el conjunto creaba una sorprendente ilusión de realidad.
Se basaba en el principio de iluminar las escenas alternativamente por delante o por detrás. En el segundo caso, la escena era observada con iluminación atenuada, de allí el efecto nocturno que se acentuaba pintando en el reverso de la vista un decorado apuntando a enmascarar algunas partes de la imagen para hacer aparecer sombras nuevas correspondientes a la noche. Pasando de uno a otro de las dos iluminaciones, en una misma escena se pasaba progresivamente del día a la noche.
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Hoy el diorama ha evolucionado hacia el arte de elaborar un determinado tipo de maquetas.