La llegada de Silvina Batakis en reemplazo de Martín Guzmán no logra aún despejar las densas nubes que se ciernen sobre la economía nacional. Es más, de aquí en más se espera una aceleración del empeoramiento, bajos niveles de rentabilidad, caída de ventas y poquísimas inversiones… y eso solamente para el sector empresarial. Para el sector trabajador, en tanto, la principal preocupación sigue siendo la pérdida de poder adquisitivo merced al ritmo inflacionario que no obedece a las maniobras gubernamentales.
La figura de Batakis y, peor aún, su perspectiva para los próximos meses, no sirvió para impulsar una mejora en la percepción sobre la economía en el corto plazo. Los anuncios (muy pocos, por cierto) que hizo la ministra hasta ahora tampoco sumaron en ese sentido y, por tanto, la desconfianza en el modelo sigue sumando adeptos todos los días, lo que se manifiesta en la escalada de los precios de todo lo que se vende en Argentina.
A estas alturas cabe la duda acerca del proceso de la crisis y la dinámica que se sigue cada vez que el país y sus habitantes enfrentaron crisis como la que se desarrolla por estos días. La discusión sigue girando en torno a quién y no tanto sobre la forma.
Buena parte de la oposición, corresponsable del estado de las cosas por haber endeudado al país monumental e irresponsablemente, pide todos los días atribuir culpas con nombre y apellido. El oficialismo, corresponsable también por haber adoptado medidas de poco fuste, agota sus días en una interna espesa y agotadora para todos, repleta de protagonismos y mensajes cargados de antagonismo.
Casi nadie habla sobre el cómo… de los consensos básicos necesarios para frenar la inercia de la crisis, de los acuerdos ineludibles sobre los que se pueda edificar, de la obligación de empatizar con la sociedad con hechos y no con vacíos llamados a la unidad.