El ataque de una víbora “ñanduriré” en Tobuna (San Pedro), su pueblo natal, le dio el apodo cuando tenía apenas 3 años. A los 24, el intento de robo armado de un automóvil en Puerto Iguazú selló su destino tras las rejas. Y en 2000, con 31, aquel alias trascendió al país y lo transformó en un personaje inolvidable del ámbito policial misionero.
Dueño de un vida de película, cuyos últimos capítulos tuvieron como lucha final la reinserción de los exconvictos y su conversión a la religión, Daniel Alberto “Rengo” Díaz fue encontrado muerto, a los 48 años, en la tarde del jueves 27 de julio de 2012 en un monte del kilómetro 3 de Eldorado. La autopsia determinaría después que llevaba sin vida entre 15 y 20 días.
Pese a contar con movilidad reducida, mantuvo en vilo a las autoridades durante los diez días que estuvo prófugo tras escapar de la Unidad Penal III junto a otros doce presos.
Una vida de película
Fue el mismo monte que cobijó su muerte el que también lo catapultó a la fama en aquel 21 de febrero de 2000, cuando -luego de un motín y con dos oficiales del Servicio Penitenciario como rehenes y junto a otros doce internos– se subió a una Fiat Ducato con la que huyeron de la cárcel de avenida El Fundador.
“Había efectivos atrincherados con fusiles pesados frente a la cárcel y policías por todos lados. No sabíamos de dónde nos íbamos a comer las balas. Estábamos entre la vida y la muerte”, recordó Díaz en una entrevista con PRIMERA EDICIÓN en 2011, una vez rehabilitado.
Los trece presos lograron salir, tal lo pactado con el Gobierno, abandonaron la camioneta a los pocos kilómetros y se internaron en un monte. Allí el “Rengo” burló a los uniformados durante diez días.
“A eso de las 21 seguía escapando cuando casi pisé a un policía. Me gritó ‘¡Alto, quién vive!’ y comenzó a disparar. Ahí me tiré encima y se ve que le dio miedo, porque salió a correr, pero en el lugar se armó una balacera increíble, con fogonazos por todos lados”, reveló el exinterno, quien -aseguró después- terminó recapturado cuando el cacique de una aldea “lo vendió” cuando le fue a pedir agua.
Doce de los trece fugados volvieron nuevamente tras las rejas. Tras ser recapturado, Díaz fue trasladado a Ezeiza -el penal de máxima seguridad del país- y Devoto. Allí, como suele suceder con los presos que logran fugarse, se ganó el respeto y la admiración incluso de varios de los “Doce Apóstoles”, el grupo que protagonizó un sangriento motín en la Semana Santa de 1996, en Sierra Chica.
Tras casi 19 años en prisión, recuperó la libertad el 1 de abril de 2011. Escribió un libro, “Detrás de la muralla”, se volcó a ayudar a los liberados de las cárceles misioneras que buscaban otra oportunidad y, también, a evitar que los menores repitieran sus pasos en el crimen.
La muerte lo sorprendió en medio de esa lucha.