Jubilados que apenas cubren la canasta alimentaria, trabajadores asalariados cada vez más pobres, adolescentes con bajas expectativas sobre el futuro a corto y mediano plazo, empresarios cuyas empresas dejan de operar por no poder hacerse de los insumos necesarios.
Todos ellos fueron parte de las páginas de este y otros medios de comunicación durante la semana pasada, todos ellos tiene algo para expresar sobre el estado de las cosas en particular y en general… y lo que advierten es que ya no confían.
Al menos nueve de cada diez argentinos consultados por la Universidad de San Andrés, que de tanto en tanto testea el humor social, están en desacuerdo con el rumbo del país.
Conforme a los datos de la encuesta, todos los poderes del Estado tienen una desaprobación del 80% y la satisfacción está en su piso histórico. Apenas el 10% de la muestra expresa satisfacción por la actualidad.
Y si de actualidad se trata, los principales problemas que los argentinos distinguen en el podio son la inflación, la corrupción y la seguridad. Un fiel reflejo del escenario que, a partir de pésimas administraciones, se fue sembrando durante los últimos años.
En pocas semanas conoceremos el índice de pobreza en el país que muchos relevamientos de consultoras, universidades y especialistas estiman por encima del 45%, un dato estremecedor que simplemente confirmaría los efectos de tanta mala praxis política.
Mientras tanto, el humor social medido en encuestas como la que dio a conocer por estas horas la Universidad de San Andrés, da cuenta de la escasa confianza de la sociedad en la mayoría de sus dirigentes y de todos los poderes del Estado… nada menos que el 90% de los encuestados.
Sería importante, por el bien de la sociedad y del optimismo, analizar las razones por las que ese diez por ciento opina distinto.