Vamos por la vida con dos fuerzas internas, dos canales a través de los cuales procesamos todo, interpretamos las cosas y actuamos, y son el canal del sentir y el canal del pensar. Ambos canales son necesarios y lo ideal es que estén de acuerdo, pero muchas veces priorizamos lo que nuestra cabeza nos dice, olvidando lo que nuestros sentimientos nos claman.
La cabeza es el razonamiento lógico, lo que entendemos “se debería hacer” o lo que suponemos “se espera de nosotros”, pero el canal del sentir está directamente conectado con nuestros sueños, nuestros verdaderos anhelos, aquello por lo cual, aunque estemos cansados, sacamos las fuerzas de algún lugar para hacerlo.
Si bien las decisiones son internas, la verdad es que están muy influenciadas por lo externo, y cada vez son más las voces del afuera que nos confunden al momento de tomar una decisión, y es por esto que es tan importante aprender a escucharnos a nosotros mismos y poder separar lo que nuestra cabeza nos dice influenciada por las voces del afuera de lo que de verdad sentimos ante algo, aunque en principio, no exista una razón que la justifique.
Y para poder clarificar esto, nada más poderoso que las preguntas: “¿Qué siento ante esto?” y permitirnos soltar todo lo que surja sin restringirnos antes de comenzar, solo dejar salir el sentimiento tal cual lo tenemos.
Una vez que nos hemos escuchado, con una escucha abierta, recién ahí podemos comenzar a utilizar nuestro canal del pensar y hacernos más preguntas: “¿Por qué no quiero hacer esto?” o “¿Por qué considero que debería hacerlo?” y seguir escuchando nuestras respuestas sin anticiparnos ni censurarnos, solo manteniendo una escucha abierta con nosotros mismos.
Recién entonces tendremos todos los ingredientes sobre la mesa para poder tomar una buena decisión que considere lo que creemos correcto pero que priorice lo que sentimos, lo que de verdad queremos.
Solo cuando escuchamos lo que sentimos y nos hacemos caso podremos estar en paz con lo que hacemos y con las personas que nos rodean.
Finalmente, hay momentos en que no disponemos de tanto tiempo para hacer este proceso, hay circunstancias en que tenemos tan solo un instante para tomar una decisión, hacerlo o no; así de rápido, y en esos casos, la invitación es cerrar los ojos, seguir a lo que sentimos y hacerlo.
Como expresa una frase de autor desconocido: “Si te gusta lo que estás sintiendo, arriésgate”.