El medio rural no tiene capacidad para equiparar sus estándares de comodidad y de calidad de vida en relación al ocio y servicios con los del medio urbano, pero está claro que en una materia tan importante como la salud se juegan grandes cosas y la valoración que hacen las personas de los pueblos pequeños es clave para entender qué piensan e identifican acerca de sus enfermedades y qué perciben a cerca de los riesgos medioambientales.
En ese marco, la doctora en Antropología Médica y Antropología Aplicada, Estibaliz Cuesta Ramunno, explicó a Agrofy News que desde hace cuatro años lleva adelante proyectos de investigación vinculados a conocer cómo las personas de localidades rurales con menos de 5.000 habitantes en la Región Centro (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos) perciben las enfermedades.
“Nosotros no buscamos la evidencia que muestre que, efectivamente, ese factor medioambiental que la gente identifica impacta. Nosotros queremos conocer qué piensa la gente que le hace mal”, explica Cuesta Ramunno.
Se trata de una apuesta del Instituto Nacional del Cáncer (INC) a proyectos de tipo social que busca entender por qué la gente piensa e identifica cómo el uso productivo del medio ambiente que los rodea impacta en sus enfermedades.
“Nos basamos en una máxima epistemológica en la cual las personas como piensan, actúan. Lo que hace la gente para prevenir las enfermedades está más relacionado con lo que piensa que le puede afectar, que puede venir de la historia de la localidad o de lo que le enseñaron en el colegio, más que de comprobar si efectivamente es así”, cuenta la antropóloga.
Una de las características de las localidades de menos de 5.000 habitantes es que todos están expuestos a los mismos factores medioambientales y una de las problemáticas halladas es el lugar donde se encuentran los silos de acopio (normalmente ubicadas cerca de las vías del ferrocarril).
Allí surge que, a partir del secado y la acumulación, el impacto en las personas es percibido como sumamente negativo para la salud, más allá de que se pueda comprobar o no.
Qué responde la gente
Muchas de las localidades chicas no están encarando procesos de planeamiento, entonces hay loteos nuevos cerca de cementerios o al lado de basurales cerca de un río. “En localidades chicas, en términos de medio ambiente, no hay un pensamiento a futuro”, explica Estibaliz.
Otra de las cosas que sorprendieron a la especialista tiene que ver con los preconceptos que se tienen desde las grandes ciudades, en las que se suele repetir que en las localidades rurales chicas se viven mejor, más cerca de la naturaleza y mejor descansado. Sin embargo, según la antropóloga “lo que escuchamos y relevamos en el trabajo de campo no es así. Estas localidades tienen dificultad para acceder a una alimentación variada y hay pocos espacios para resolver los conflictos que se generan alrededor del uso del medio ambiente”.
Otro aspecto importante es que la gente no tiene un deseo radical de un cambio productivo. “Todos reconocen que el modelo productivo de la actualidad es del que vive la localidad. No abogan por un modelo de producción agroecológica, pero sí lo que quieren es desarrollo: una planta de agua; caminos asfaltados; buena conectividad; maneras de aumentar el emprendedurismo, espacios de recreación. Hay una visión más desarrollista que agroecológica”, resume Cuesta Ramunno.
La mecánica del estudio
En una primera instancia se eligieron tres localidades de menos de cinco mil habitantes de cada provincia que tengan sistemas productivos diferentes. Luego se convocó a referentes de las localidades, como maestros, centros de jubilados y de salud, el Intendente y toda persona que pueda aportar algún dato sobre los hechos de contaminación que marcaron el imaginario de la localidad.
“La metodología cualitativa no busca la representatividad, sino generar nuevas preguntas. No buscamos la estadística ni la evidencia. Nosotros buscamos indagar en por qué la gente actúa como actúa”, aclara la antropóloga.
Se trata de identificar la percepción del riesgo que siente la gente con respecto a factores del ambiente que impactan en su salud. “Ahí nos acercamos a uno de los ejes más conflictivos del agro argentino”, explica.