En el mes del niño juguemos, cantemos, contemos cuentos y disfrutemos, no importa la edad, necesitamos encontrarnos con nuestro ser puro, volver a nuestra inocencia y al sorprendernos con cada pequeña cosa que nos pasa, conectemos con nuestro niño interior. Para ello todos los colores están disponibles, cada uno con sus características, con su modo de brillar y mostrarse al mundo.
En los niños su mundo puede estar pintado de rojo, cuando hacen cosas por primera vez, en una mezcla de miedos y de valentía, o de color verde cuando se conectan con otros niños comparten, se ríen, se pelean y vuelven a jugar.
Los niños son puro magia, puro color y un sinfín de emociones, eso sí son grandes maestros que utilizan el color índigo sin darse cuenta, donde al observarlos nos enseñan a vivir cada momento como si fuera el último, ellos viven en el aquí y ahora.
Cuando aprenden a dar y recibir colores como el naranja, amarillo, verde y violeta se hacen presentes.
Hay tanto que aprender de ellos, de su sabiduría llena de imaginación, de sueños donde lo ven todo posible.
Es una pena que al crecer, como también al pasar por diferentes experiencias, nos olvidemos de quienes somos realmente, nos olvidamos que seguimos siendo los mismos niños llenos de colores que fueron cambiando la tonalidad le empezamos a poner “negro” los empezamos a opacar y muchas veces hasta le sacamos el brillo a nuestros colores sin darnos cuenta.
Usemos este mes del niño como trampolín para volver a reír hasta que nos duela la panza… volvamos a maravillarnos con un atardecer y sus colores, prestemos atención al canto de los pájaros, volvamos a mirar a los ojos para decir te amo a quien tengamos en frente.
Elijamos ser felices con los colores que estemos vibrando en este momento y amemos a nuestros niños y a aquel niño interior que convive con nosotros, y lo tenemos olvidado.
¡Feliz Domingo!