Naturaleza, eso es lo que refleja Laura Schöller en sus obras. Es que en ella “hallo la vitalidad que necesito. Una energía que llamo aura vital”, confesó la artista que llegó a este rincón de la tierra colorada siendo pequeña y que eligió para continuar su vida.
“Contemplo la naturaleza de manera mística. Relaciono así lo natural, lo espiritual y lo humano. Deseo inventar -crear- relaciones armónicas entre la naturaleza y el ser humano, equilibrando fuerzas antagónicas: la fuerza imponente del yaguareté con la delicadeza del retoño humano, el sigilo mortal de la serpiente con la vulnerabilidad de la piel desnuda, el fluir libre de los peces contra los muros asesinos de aguas. Rescato el sentido sagrado de los animales para los pueblos originarios de América, reinterpretando sus símbolos zoomorfos”, subrayó Laura, quien ya desde pequeña demostró interés por el dibujo.
Nació en 1977, en Capital Federal. Vivió en Alemania y en Uruguay. Y en 1983 se afincó con su familia en Misiones. Estudió en la Facultad de Artes, donde fue alumna del artista Abelardo Ferreyra y obtuvo una beca de investigación dos años consecutivos. Egresó en 2001 con la especialidad de Dibujo Artístico y Pintura recibiendo medalla de oro al mejor promedio. Entre 2002-2005 fue alumna de Osvaldo Attila (La Boca, Buenos Aires) y de la artista Graciela Vignola (Avellaneda 2006-2009).
Realizó muestras en distintos puntos de Argentina, Brasil y Paraguay. En 2018 realizó una muestra individual en Galería Sur, San Telmo, Buenos Aires. Y en 2020, en el Observatorio de las Misiones, llevó a cabo “Aura Raíz: versión libélula”, obra de gran formato realizada “in situ” por encargo del Centro de Arte del Parque del Conocimiento. Además, ilustró libros y revistas de autores misioneros.
En gestión sociocultural desarrolló trabajos como co-directora del espacio cultural ArteJá y coordinadora del espacio Cromática. También incursionó en realizaciones audiovisuales relacionadas con animación. Además, es profesora de nivel secundario y terciario en materias afines a las artes visuales.
“Reclamo en cada trazo, en cada mancha, en cada expresión gráfica el privilegio de intuir la escritura divina en el jaguar, alcanzar el aura vital del ave, acceder a las secretas señales, obtener la vitalidad de la selva. En cada obra construyo una posibilidad de frontera habitable entre mundos antagónicos. Es el encuentro sutil y catártico entre los mundos que me circundan. Mis obras se convierten en ofrendas mediante las cuales expío el dolor, imploro vitalidad, agradezco y honro la vida”, confesó.