El 14 de octubre de 1947, el joven capitán de la Fuerza Aérea estadounidense Charles Elwood Yeager, “Chuck” para los amigos, alcanzaba por primera vez la velocidad del sonido, la llamada Mach 1, al superar los 1.100 km/h a 14.000 metros de altura, algo considerado imposible hasta ese momento.
Este evento clave “abrió la vía a la conquista espacial y a los satélites”, y revolucionó la estrategia militar permitiendo ser “más rápido que el enemigo”.
En los años 60 el avión de reconocimiento estadounidense SR-71 Blackbird ya superaba la velocidad Mach 3, es decir, tres veces la velocidad del sonido.
“Desde entonces, la velocidad supersónica y la capacidad de aceleración son componentes principales del combate aéreo”, subrayó James Young, historiador de la Fuerza Aérea estadounidense. “Todos los aparatos de combate son fabricados para ser supersónicos”.
Sin embargo, tres cuartos de siglo después de que un avión rompiera por primera vez la barrera del sonido, aspectos económicos y ambientales impiden que el logro se aplique a vuelos comerciales, por lo que es usado sólo con fines militares.
El sueño supersónico en la aviación civil se cumplió con dos aviones comerciales nacidos en los años 70: el Concorde franco-británico y su competidor ruso Tupolev 144, capaces de volar a Mach 2 con un centenar de pasajeros.
El Concorde -del que sólo se fabricaron 20 ejemplares- lograba unir Europa y Estados Unidos en poco más de tres horas en vez de siete. Pero en plena crisis petrolera, su alto consumo hizo que Air France y British Airways, las únicas dos compañías que lo explotaron, decidieran dejar de usarlo en 2003.
Sin embargo, otro hito estaría por llegar desafiando las leyes de la física el 14 de octubre de 2012, cuando el paracaidista austríaco Félix Baumgartner lograba romper la barrera del sonido en caída libre, tras realizar en forma exitosa un salto récord desde poco más de 39 mil metros de altura sobre el suelo de Nuevo México (Estados Unidos).
Baumgartner, por entonces de 43 años, logró la caída libre más rápida de la historia al alcanzar una velocidad de 1.137 km/h (la barrera del sonido se rompe a los 1.100) durante los 4 minutos y los 19 segundos anteriores a la apertura del paracaídas, dijo la portavoz de la misión Sarah Anderson.
“Creo que han caído veinte toneladas sobre mis hombros. Me preparé para esto durante siete años”,
dijo el paracaidista en su primera entrevista tras el salto.
AQUÍ se puede ver el “vuelo” completo.