Episodios como los que se desarrollaron recientemente en las instalaciones de la EPET 11 de Montecarlo invitan a reflexionar, por enésima vez, sobre lo que son capaces de hacer muchos adolescentes con tal de hacerse notar, de ganar aceptación o simplemente sumar “likes” en las redes sociales.
Ya sea que se haya tratado de un caso de bullying o de una agresión aceptada por la víctima como parte de un “juego”, episodios como éste terminan casi siempre en formato de video en alguna red social traccionando risas, críticas o, lo que es peor, propuestas para redoblar el desafío e ir por más… juego, dolor, agresión, bullying o lo que haya sido.
¿A qué juegan los chicos? Porque, habrá que entenderlo en algún momento, no se trata de un caso aislado o de un arranque esporádico propio de la edad.
Es, a todas luces, una conducta que se replica y que, de tanto en tanto, deriva en situaciones más graves y en generaciones cada vez más tempranas. Porque, también es necesario volver a advertirlo, la multiplicación de estos videos en las redes a veces llega hasta pequeños que, sin saber o comprender el contexto, el trasfondo o el riesgo, terminan por normalizar conductas de este tipo.
Es por ello que hoy resulta usual encontrar niños “agresivos” o “violentos” incluso en los niveles iniciales. Muchos de ellos son, en realidad, menores que terminaron interpretando los golpes como parte de un juego.