Nunca podemos saber hasta qué punto algo que parece imperceptible, es visible para alguien, y como sin saberlo, podemos influenciar positivamente.
El saludo con una sonrisa aunque no estemos pasando por días fáciles, las fuerzas para dar lo mejor en nuestro trabajo, las veces que nos caemos y nos volvemos a levantar, cuando intentamos ser mejores personas, cuando nos enternecernos por las pequeñas grandes cosas, son ejemplos de lo que pensamos que nadie mira, pero se ve, y se sienten.
Aprendemos mucho más de lo que vemos que de lo que escuchamos, las acciones tienen una fuerza muy poderosa y cuando se unen ambas fuerzas (palabras y hechos), el mensaje se potencia.
Son los pequeños detalles los que revelan a la persona, y son las acciones invisibles, las que muestran los rasgos más íntimos de cada uno. La ayuda que damos sin contarlo, el papel que pusimos en el bolsillo para no tirarlo al piso aunque nadie miraba, las veces que devolvimos un cambio dado de más.
Siempre es lo que hacemos cuando nadie nos ve.
Lo cierto es que hay observadores inesperados, dispersos por todo lugar, y aunque no esté en nuestra mente impresionar, cuando ellos ven estos gestos, aprenden, y se inspiran, aprenden que por más difíciles que sean los tiempos, se puede unir las palabras con los hechos, se puede vivir con valores, y todo lo que hacemos, por mínimo que sea, enseña a otros, que son a su vez de quienes nosotros también aprendemos.
Hacer lo que creemos que es correcto cuando nadie nos ve, aunque sea más cansador, es inspirador para todo aquel que está viendo sin que nosotros lo supiéramos. Los niños son grandes observadores que aprenden imitando, haciendo lo que nos ven hacer cuando creíamos que nadie miraba.
Lo lindo es que la vida está llena de sorpresas, todo regresa de la forma menos esperada, y todo aquello que dimos o hicimos, de pronto lo vemos transformado en regalos inesperados, actitudes de los otros hacia nosotros llenas de amor, conductas en nuestros hijos que nos llenan de orgullo, y todo eso fue construido cuando creíamos que nadie nos miraba.