La semana pasada el Congreso de la Nación había planificado un debate que, entre otras cosas, apuntaba a la creación de ocho nuevas universidades nacionales.
La educación, se sabe, resulta vital en cualquier instancia y mucho más en un país cuya pobreza se volvió estructural. La posibilidad de acceder a educación de calidad de manera gratuita representa una excelente oportunidad no sólo para los estudiantes, sino para el propio país si se piensa fuera de la crisis a largo plazo.
Y es ahí donde se instala la disyuntiva. Porque el largo plazo y la oportunidad de debatir y desarrollar futuro a través de más universidades públicas se agotó en el principio mismo. Los diputados nacionales convocados al debate en cuestión quebraron la sesión y cualquier acuerdo posible al elevar el tono de la discusión hasta transformarla en una pelea que por poco y termina con legisladores golpeándose entre sí.
El Congreso volvió a hacer gala de lo peor que exhibe hoy la dirigencia política, desestimando la oportunidad de generar un mejor futuro y volviéndose a poner, una vez más, de espaldas al pueblo.