“Si uno quiere, puede. No importa el límite de edad, no importa el lugar adonde estés, si tenés los medios, aprovechá. En la provincia hay muchísimas carreras gratuitas. Hay que estudiar para poder superarse”, dijo Stella Maris “Mariquita” Báez, quien se recibió de abogada a los 59, al llevar un mensaje de “contagio” a quienes tienen intenciones de seguir estudiando.
“Fue un sueño de la niña que quería ser alguien, y ese alguien era tener un título. Porque mi mamá, Miguela Rojas, siempre decía que ella podía descansar en paz cuando veía el título de sus hijos colgado en la pared. Era como una reliquia para ella. No se lo pude dar en vida, pero está dedicado a ella siempre porque es la persona que me dio la vida”, añadió emocionada, la mujer, que además desarrolla tareas en el IPS, atiende numerosos compromisos sociales y se pone delante del mostrador de una librería a la par de su esposo, Carlos Villarreal.
Dijo que, con el correr del tiempo, “fui teniendo a otras personas a mi lado que son el sostén: mis hermanos Miguel y Dora, mis hijos: Carlos, Miguela y Raúl, mi esposo, y muchos amigos que también hicieron mucho para ayudarme para que pudiera cumplir mi sueño. Es un sueño largo porque la carrera en sí dura cinco años -le insumió medio año más-, a la par, en el tiempito que tenía, seguía haciendo otras cosas, como trabajar dentro de la administración pública adonde ingresé hace 37 años. Nunca dejé de asistir por estudiar, mi trabajo en la librería tampoco lo descuidé, salvo los días que tenía exámenes”, agregó.
Contó que después de armar la librería, adonde trabaja en familia, “me hacía tiempo como para decir, acá podemos hacer más cosas. Terminé la carrera de teología, me ofrecieron el doctorado, pero debía ir a otra localidad, y el hecho de viajar, siempre me costó. Soy reacia. Cuando empezó a funcionar Internet, que ya uno podía pensar que podía estudiar a distancia, también significaba ir a Corrientes. Para mí iba a ser un desarraigo importante, familia, trabajo. Fueron pasando los años y cuando vi que se podía, incursioné, busqué adonde se podía estudiar a distancia y se dio que en San Pedro ya había una cartelera del Centro de Atención al Alumno de la universidad Siglo XXI”. Llamó a un 0800 y le dijeron que la iba a visitar un representante. “Llegó la persona que está a cargo, nos pusimos de acuerdo y tramité la inscripción, el pago de los aranceles, y para marzo comencé a estudiar. No paré desde el día uno. Bajé el material y me pasé leyendo porque ahí era tomar los libros en serio. Fue muy lindo. Es una experiencia que no pasó porque día a día me llaman para cursos, talleres”, aseguró.
Dijo que sus hijos estaban “chochos”, orgullosos, pero que antes de comenzar le manifestó a su esposo: “Esto no es un juego, no quiero tirar plata, la carrera es larga, si me vas a acompañar, bancarme que estudie por la noche, de madrugada, que haga ruidos, prenda la luz, prepare un mate o un café, sigo. Y tuve todo el acompañamiento, el apoyo, en cada momento que necesitaba, ahí estaban tanto mi esposo como mis hijos”.
La defensa de la tesis fue online y en plena pandemia. Había viajado a Tucumán, de donde su esposo es oriundo para festejar el año nuevo. “Y me tocó el 29 de diciembre. Fue muy emotivo porque lo hice desde la casa de mi cuñada, que había fallecido hacía poco tiempo. Y recibirme en la casa de ella fue fuerte porque, además, era profesora de ciencias jurídicas y una apasionada del derecho que cada vez que me veía, decía: ‘No veo la hora que te recibas’”.
Iniciar una carrera “me exigía tener el dinero para pagarla, llegar al día y hora del examen en tiempo y forma para poder aprobar, eso era mi responsabilidad. Ese es el desafío, que hoy puede ser una demostración de fuerza de voluntad para muchos chicos. Poder superarse, diciendo yo quiero, yo puedo, yo hice. Me miro al espejo y veo canas, pero mi espíritu no está condicionado a nada. Nadie me compró ni me regaló un título, lo tengo porque puse mi parte. Eso es lo que quiero transmitir a la gente más joven que está muy absorbida por las nuevas tecnologías. Es muy linda la tecnología, me ayudó porque estudié a distancia, pero hay que estudiar para poder contestar bien”, aseveró.
Recordó que el día que tenía que rendir por primera vez, se cortó la luz, “porque acá en San Pedro los cortes son algo muy sufrido por los pobladores” y que “cuando empecé a manejar la computadora es cuando conocí lo que era el estrés. Me reía de cualquier cosa, disfrutaba, hacía chistes, pero cuando comenzaba a fallar internet y empezaba a retrasarme en mis compromisos, empezaba a preocuparme y derivó en un estrés. Fueron cosas que fueron pasando, que fui viviendo, cuando se cortaba la luz, se cortaba la señal. No fue nada fácil”. Habían pasado varios años del primer intento.
Salir a los barrios
“Mariquita” confió que haciendo política en los barrios veía a muchas mujeres jóvenes con niños en los brazos. “Les dije que cuando terminaba la campaña, para que no hubiera mezcla de intereses, volvería a visitarlas”. Así fue que las citó en distintos horarios en los barrios Irrazábal, Santa Rosa e Industrial, y les confesó que quería enseñarles “algo que sé hacer, que era tejer a crochet -lo aprendí en un colegio de religiosas al igual que el tejido de dos agujas- y en un primer momento mostraron resistencia. Compré material y recibí donaciones, entregué un rollo de hilo y una aguja a cada una. En mi librería hice copias del modelo que quería que copiaran y les enseñaba a leer el patrón. De esta manera, aprendieron desde la cadena hasta confeccionar un abrigo para un bebé”.
Con este panorama, les aconsejaba que, en las tardes, mientras miraban su novela, tejieran y vendieran “porque eso les iba a sacar de la dependencia, de diversas situaciones, que podían comprar su ropa interior, pinturas, y así se fueron entusiasmando”.
Pasó el tiempo y, días atrás la visitó una señora que había visto el video que Marcelo Núñez subió a medio digital https://delaselvaonline.com/, y le dijo: “Si supieras cómo teje Teresa. Gracias a Mariquita tengo mi living nuevo, pude comprarme cosas para la cocina. Escuchar eso es muy importante, fortalecedor. Poder ayudar a alguien para que evolucione. Desde el día que se enteraron que me recibí, vienen a consultar, me piden asesoramiento, y en lo que puedo, les voy guiando, ayudando”.