No fue fácil llegar al final de otro año… aunque en rigor, en Argentina fue y es así en los últimos lustros. Pero debe prevalecer en la superficie el que hayamos llegado y que podamos encarar un nuevo período con la fe, esperanza e ilusiones de siempre.
Las pálidas, casi exclusivas de una clase dirigencial que en su mayoría no estuvo a la altura, vuelven a quedar atrás e incluso se abre para ellos la enorme e interminable oportunidad de cambiar el paradigma que los describe. En 2023 pueden transformar lo malo, será un año de elecciones… qué mejor argumento para hacerlo.
Las buenas volvieron a correr por cuenta de la sociedad, de un pueblo que comprende y siente sus necesidades y que actúa en consecuencia.
Partió de la decisión de conocidos y celebridades, pero también de héroes anónimos cotidianos que donan órganos entendiendo lo magnífico de dar esperanzas a quienes ya no la tenían.
De héroes desconocidos que se ponen al hombro comedores, merenderos, escuelas itinerantes, cuidado de ancianos y personas enfermas y tantas otras actividades.
Héroes de los que sólo sabemos cuando ya se quedaron sin recursos y entonces necesitan de la solidaridad del pueblo. Para ellos nuestro más grato saludo y la promesa de seguir acompañándolos cada vez que haga falta.
Fue un año difícil, pero volvimos a llegar al fin y al mismo tiempo punto de partida para brindar, desear y desearnos un mejor año, un 2023 pleno de oportunidades y esperanzas.
Llegamos con el impulso de una Copa del Mundo que merecimos antes y que se nos negó inexplicablemente. Pero la conseguimos y nos fundimos en un abrazo nacional haciendo a un lado por un tiempo la maldita grieta que nos contagiaron.
Llegamos y emprendemos una vez más el camino hacia un año que, ojalá, sea mejor que el que estamos dejando.