“Sí, es ella”, respondió Silvia Solís (56), con total seguridad, cuando su nuera Noelia le mostró una foto de quien sería su madre: Rosa Delia González (74), a quien no veía desde los cinco años.
Es que durante todo este tiempo que estuvo sin ella, “no sé si divagaba, si soñaba o me ilusionaba con que algún día iba a encontrarla y sabía que la reconocería. Recuerdo su rostro de cuando ella se fue de casa. No sé si por consanguinidad o qué, pero sabía que la iba a reconocer”, expresó la docente de Corpus, al tratar de explicar ese momento, en el que empezaba a tomar forma el sueño que se cumplió a mediados de diciembre de 2021.
Contó que cuando tenía cinco años, sus padres se separaron. “Mamá se fue de casa y mi papá, Jorge, nos trajo a vivir con su madre, Petrona. Mi hermano Roberto tenía 4 años y Julio, apenas 2. A esa edad, no entendía mucho las cosas. Recordaba que era modista y cuando la gente le pagaba, yo era la encargada de guardar el dinero en un abrigo marrón que ella tenía en un ropero. Cuando se fue quedamos a vivir con la abuela, que nos crio juntos durante dos años. A partir de ese momento papá se llevó a los dos varones y me dejó con ella porque los hombres creían no poder criar a una nena, con los prejuicios de esa época”.
Silvia quedó viviendo con la abuela, pasó el tiempo, fue creciendo y de la chacra se vinieron a vivir al pueblo de Corpus. Así, a partir de quinto grado empezó a cursar en la Escuela N° 16, que es donde actualmente trabaja como docente. Terminó la primaria siendo abanderada, y siguió estudiando en el colegio “Nuestra Señora de Fátima”, de Gobernador Roca, porque en Corpus no había colegio secundario.
Terminó quinto año y se puso a estudiar magisterio, pero mientras eso sucedía “iba creciendo en mi mente la idea de encontrar a mi mamá. En esa época era complicado porque no teníamos la tecnología de la comunicación de estos tiempos. A medida que transcurría la vida, esa necesidad se apagaba en mí, después volvía a surgir”, confió.
Contrajo matrimonio con Federico y empezó a trabajar como maestra en la Escuela N°16, de la que había sido alumna. Y hace veinte años, inició una búsqueda junto a su hermano menor, que es efectivo de la Policía Federal y reside en Buenos Aires.
“Buscando por Internet encontramos el domicilio de la última vez que había votado, en la provincia de San Juan. Julio envió una comisión hasta allí, pero nadie la conocía. Nadie sabía de Rosa Delia González”, agregó. Silvia había escrito cartas a esa dirección, pero no obtuvo respuesta, lo que hizo que “las cosas se enfriaran”. Después pensó en escribir al programa “Gente que busca gente”, conducido por Franco Bagnato, para ver si la encontraba.
Pero, “entre pensar y hacer pasó un tiempo, hasta que, hace poco, la novia de mi hijo preguntó si podía ayudarme con el tema. Le respondí ¡cómo no me vas a poder ayudar, si es lo que más quiero! A través de unos conocidos que trabajan en el Registro Nacional de las Personas, no sé bien cómo fue, encontró el domicilio, y lo mejor aún fue que en esa búsqueda, encontró un número de teléfono. Dos o tres días después de esa conversación, me dijo: ‘sentate que tengo una noticia para vos’. Me envió una foto y me preguntó si esa era mi mamá. Le dije que sí, con total seguridad”, manifestó.
“Lo que te puedo decir es que está viva y que hay un número de teléfono, acotó mi nuera. Me lo pasó, pero no sabía si llamarla o escribirle. Mi hijo Franco se ofreció a hacerlo, pero le dije que no porque era una señora grande y no sabía cómo podía reaccionar. Comencé a escribirle. No sabía si era su número, de una hija o de un conocido”, señaló Silvia.
En el primer Whatsapp que le envió decía: “No sé si sos Rosa Delia González o un familiar, pero necesito comunicarme. Soy de Corpus, Misiones. Tengo esta foto tuya (la única de cuando era jovencita). Veía que leía los mensajes, pero no los respondía. Pasó una semana, la llamé una noche y no tuve suerte. Pasaban dos días y volvía a intentar. Transcurrieron unos quince días sin noticias y dije, no debe ser”.
Dos semanas después, un sábado, “veo que me envía una foto suya con un señor que supuse era su pareja. Una hora después me manda un audio, con una voz suave, lejana. Me dijo hija, perdón, no te pude contestar antes, estoy muy enferma, la emoción me hizo subir el azúcar, vamos a ir despacio porque las emociones me afectan mucho”, se justificó.
La respuesta que llegó desde Corpus fue tranquilizadora. “Contesté que no había problemas, que íbamos a ir despacio. Eran sólo audios. No nos atrevíamos a llamarnos porque iba a ser sólo llanto, sin poder comunicarnos. Después de 50 años escucharnos era bastante complicado porque jugaban mucho las emociones. En septiembre de 2021 empezamos a contarnos de nosotras con audios entrecortados por llantos y sollozos”, comentó.
Silvia quería ir a verla en ese mismo momento, pero también tenía intenciones de llevar a sus hermanos: Roberto y Julio, aunque inicialmente ellos no estaban muy convencidos de querer encontrarla.
“Llamé a Julio, el menor, para contarle que encontré a mamá, que me comuniqué con ella, y dijo que iba a acompañarme. Cuando me tocó hablar con Roberto, le comenté lo mismo, y que quisiera que fuéramos los tres a visitarla. Pero enseguida me cuestionó lo del abandono, a lo que respondí que sus motivos habrá tenido y que no éramos quiénes para juzgarla. A esta altura de la vida, particularmente, la quiero encontrar porque era algo inconcluso en mi existencia. Entendió. Me dijo que estaba bien, y comenzamos a armar el viaje. Quería sorprenderla en octubre porque era la primera vez que podría decirle ¡Feliz Día Mamá!, pero Roberto, que reside en Santo Tomé, Corrientes, podía solamente en vacaciones. Quedamos que iríamos en diciembre y aparecimos en casa de mamá, el 21, que es el día de su cumpleaños”, rememoró.
Antes de emprender el tan ansiado viaje, Silvia supo que en San Juan los esperaban otros tres hermanos: José Luis, Miguel e Ivana. A sus tres hijos sanjuaninos no había contado de la existencia de los misioneros “porque le daba vergüenza decir que los abandonó, sufría muchísimo por eso, no sabía cómo resolver la cuestión. Silvia, una de sus nueras me contó que la veía llorar por los rincones, y cuando le preguntaba qué era lo que le pasaba, contestaba, son cosas mías”.
El primer encuentro duró cuatro días “rodeadas de mucha gente. Ahora que estuvimos más tiempo juntas, me confió que había momentos en que estaba a punto de contar a sus hijos que tenía otros acá y algo le frenaba. Y así fue pasando. Los otros hermanos le cuestionaron ‘por qué no nos contaste pronto, así seríamos nosotros lo que iniciaríamos la búsqueda’”.
Reencuentro súper emotivo
Apenas la docente terminó el acto de clausura del año en el establecimiento en el que se desempeña, iniciaron la travesía. Para eso, Julio vino a visitarla, y juntos, con Federico de piloto, pasaron por Santo Tomé para buscar a Roberto.
Pernoctaron en Rosario, donde vive Ramiro, el hijo de Silvia, y continuaron camino a San Juan. “Consensuamos para quedarnos a dormir en un hotel porque además del cansancio propio del viaje, sabíamos que las que nos esperaban, eran emociones fuertes. Pero mamá estaba al teléfono preguntando por dónde vienen, dónde están, se le notaba una ansiedad tremenda. Cuando contesto que ya estábamos en San Juan, me dijo: vengan a la hora que sea, yo los espero”, relató emocionada, como reviviendo el momento.
Como su hermano Miguel es taxista, los guió hasta la casa de Rosa Delia González, donde estaban todos reunidos. “Fue muy emotivo ese encuentro. Cuando terminamos con los abrazos, en medio de tanto llanto, el ramo de flores que habíamos llevado para obsequiar, estaba estrujado como una ropa vieja. Llegamos un rato antes de que se iniciara su cumpleaños, así que un rato después le cantamos. Nos dijo que fue el mejor regalo que pudo haber recibido”, celebró.
Su madre quiso explicar cómo fue su historia, por qué se había ido, pero, “ya por teléfono le había anticipado que no quería escuchar explicaciones, sino que prefería hacer borrón y cuenta nueva y que nos disfrutáramos desde el momento que nos encontrábamos”.
Según Silvia, su madre quiso explicar cómo fue su historia, por qué se había ido, pero, “ya por teléfono le había anticipado que no quería escuchar explicaciones, sino que prefería hacer borrón y cuenta nueva y que nos disfrutáramos desde el momento que nos encontrábamos. Si me decía que se fue de casa porque papá era malo, le recordaría que él siempre estuvo con nosotros y siempre dijo que era una gran mujer, una gran madre. Se hizo cargo de la separación, aduciendo que, por ser machista, nunca la acompañó, que tenía a tres chiquitos y no se daba cuenta del trabajo que eso costaba. No acompañé a tu mamá, por eso se cansó, dijo al ponerse al hombro la culpa de la separación. Si sirve, eso es lo que dijo papá, y con eso me quiero quedar”, resumió. Para Silvia, esta es una historia con un final feliz.
“La vimos en San Juan en diciembre de 2021 y en vacaciones de julio de 2022, vinieron todos a Corpus. Durante diez días mi casa parecía la de Gran Hermano. Fuimos a Cataratas, hice de guía de turismo, y nació una relación hermosa. A principios de diciembre mamá regresó a Corpus. Pasamos juntas mi cumpleaños que es el 10 y festejamos el de ella, el 21. Recibimos la Navidad en familia y se volvió a su casa hace unos días”, comentó quien ahora se siente completa.
“Era una parte inconclusa de mi vida. Necesitaba encontrarla. Cuando mis hermanos decían: no me hace falta, contestaba: yo sí necesito encontrarla. Ahora soy muy feliz”.
Con el acento sanjuanino incorporado, Rosa Delia dice que “ahora puedo morir en paz porque tengo a mis otros hijos”.