Una joven de 26 años y madre de dos hijos fue condenada a 3 años de prisión en suspenso, tras admitir su culpabilidad en el abuso sexual a su sobrino menor.
Fue en el marco de un juicio abreviado que tuvo lugar el viernes pasado en el Juzgado Correccional y de Menores 1 de Puerto Rico.
En la oportunidad, la acusada, acompañada por su abogado defensor firmó el acta de acuerdo de pena con el fiscal de Instrucción 1 y Correccional de dicha localidad, Héctor Simon.
En este caso, la imputada recibió la pena mínima y que no contempla la privación de libertad, por el delito de “abuso sexual con acceso carnal con el aprovechamiento de la inmadurez sexual”, indicaron las fuentes.
La mujer actualmente es madre de un bebé de un año y medio y se encuentra gestando un embarazo, agregó un vocero.
El caso se remonta a 2020, cuando la madre de la víctima se presentó ante la policía y relató lo que le contó su hijo, en ese entonces de 16 años. Fue así que, como primera medida de la Justicia, se le tomó declaración en Cámara Gesell al adolescente, quien recordó lo sucedido y, entre otras cuestiones, manifestó que sufrió los vejámenes en dos ocasiones por parte de la acusada, su tía.
Trascendió que el menor fue coherente y aportó datos que complicaron la situación procesal de la mujer, quien conforme avanzaron las pesquisas recibió la preventiva (sin prisión) por parte del mencionado Juzgado, indicó un portavoz.
Las fuentes indicaron que el primer abuso que recordó el menor ante las autoridades judiciales fue cuando tenía 14 años.
En ese entonces, residía en Garuhapé y, tras finalizar el período escolar, viajó de vacaciones a la casa de sus tíos en Puerto Rico. En determinado momento y cuando su tío se hallaba descansando, su tía aprovechó para abordarlo y abusar de él, lo que a criterio del mencionado Fiscal constituyó un “acceso carnal”, tal como se aclaró en el expediente.
El segundo hecho fue dos años después, según contó la víctima, cuando sus tíos fueron a Garuhapé a vivir con su familia por cuestiones laborales. En esa ocasión también la mujer aprovechó la ausencia de otros adultos, como ser los padres y el tío del chico (pareja de la imputada), para cometer el abuso sexual, siempre conforme a los dichos del adolescente.
Pese a suceder todo bajo el mismo techo nadie notó nada extraño. Sin embargo, el instinto maternal fue clave para que el menor decidiera romper el silencio. En base a las pericias psicológicas y testimoniales en la causa se pudo establecer que el menor sufrió secuelas emocionales por los abusos.
El requerimiento de elevación a juicio fue firmado por el juez de Instrucción de Puerto Rico, Leonardo Manuel Balanda Gómez.