El Gobierno nacional en particular, los argentinos en general y específicamente los del NEA recibimos ayer un nuevo duro golpe a las expectativas de cara al corto y mediano plazo. La inflación de febrero mostró su peor cara en tres décadas y dejó muchos datos preocupantes.
El primero es que nos queda claro a todos que muy lejos está el Gobierno de encontrarle la vuelta a los precios y frenar la inercia que viene empobreciendo a la población desde hace años.
El segundo que, al ser el rubro alimentos y bebidas no alcohólicas el que vuelve a impulsar la inflación, crece también el ya escandaloso índice de pobreza en el país y, peor aún, sube exponencialmente el de indigencia que mide cuántas familias dejan de cubrir la cantidad de comida necesaria.
El tercero nos pega de lleno a quienes vivimos en el NEA: a la luz de los datos oficiales se trata de la región más cara desde que se inició la serie de medición regional en diciembre de 2016, aunque seguramente haya sido así desde antes y nada indica que el paradigma vaya a cambiar.
A los argentinos en general les cae mal este catastrófico índice de inflación, pero a los del NEA en particular nos agota. Porque a la par de ser una de las regiones más postergadas en la historia del país, se suma la dura realidad de tener que afrontar los costos más altos por decisiones que se toman en el centro.