Cuando las canastas que miden la pobreza y la indigencia crecen por encima del índice de inflación, queda la certeza de que más población pasó el umbral y engrosa ahora ese porcentaje de argentinos a los que se les complica cubrir el mes, la semana y también el día.
Los datos ofrecidos ayer por el INDEC, respecto de las canastas Básica Total y Alimentaria, describen la magnitud de la crisis y su proyección en el corto y mediano plazo.
En febrero, ambas canastas superaron ampliamente al Índice de Precios al Consumidor y también al salario promedio argentino. Peor aún: las mediciones porcentuales que desarrolla el INDEC no contemplan la multidimensionalidad de la pobreza y apenas si dicen cuánto dinero se necesita en promedio en el mes para escapar del flagelo.
A propósito, Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, advertía el año pasado que “las privaciones sociales no sólo se expresan en la pobreza por ingresos, también en dimensiones fundamentales para el desarrollo humano. La Argentina tiene un 41.9% de pobreza multidimensional y, cuando miramos, vemos que hay un problema mucho más grave: pobreza multidimensional estructural. Dentro de esa Argentina con pobreza también tenemos una Argentina desigual”.
Al igual que desde hace varios lustros, y más allá de la parafernalia discursiva de la dirigencia argentina que se debate en internas y formas de retratar la crisis, lo real y urgente hoy no es el crecimiento, sino la pobreza.