Al finalizar la hora de Yoga, la hora del ahora, siempre en la quietud del presente, experimentamos una profunda sensación de bienestar, paz y elevación que completamos con una pequeña lectura plena de significación y espiritualidad; y que es precisamente lo que encontramos en los mensajes que nos dejara el Maestro y Poeta Rabindranath Tagore décadas atrás, pero muy válidos para los tiempos que corren, rescatando la profunda sabiduría, la paz y el amor al seguir el sendero de la conciencia que conduce a nuestra alma a reunirse con el alma del Cosmos.
Con ese propósito, el Maestro nos decía que “para alcanzar nuestra conciencia cósmica, hay que unir nuestra sensación con esa sensación infinita que lo penetra todo. Este es el verdadero progreso humano, porque toda nuestra poesía, nuestra filosofía, nuestra ciencia, nuestro arte y nuestra religión sirven para que la conciencia del ser humano abarque esferas cada vez más vastas y elevadas”.
Pero “el precio es abandonar nuestro pequeño yo”, es soltar, es dar para recibir. Porque “todo esfuerzo para alcanzar una vida más elevada, procura el desarrollo progresivo de la conciencia de nuestra unidad con todas las cosas”. Y “¿cómo conocer el Infinito? Pues no sólo contemplando la Naturaleza, sino realizándolo en cada uno y en todos nosotros, en la familia, en la sociedad y en el Estado”. Porque “cuanto más se realice la conciencia cósmica en todos, evitaremos encaminarnos hacia la destrucción”.
Este mensaje, tan vigente para nuestro mundo de hoy, agregaba que la conciencia cósmica consiste en “sentir que la misma energía que vibra y se extiende en todas las formas sin fin del Universo, se manifiesta igualmente como conciencia en nuestro ser interior, y que esta unidad es indisoluble”. Se trata de “hallarse verdaderamente unido con todo, en el conocimiento y el amor, y realizar así el propio yo sintiendo la omnipotencia de la Divinidad”, que “es la esencia misma del bien”.
Y toda esta sabiduría es aplicable “cuando las cargas de todos los días resultan muy complicadas y difíciles de manejar”, como veremos en la próxima nota. Namasté.