A más de un año del crimen de Ariel Camargo De Lara (19), ocurrido en inmediaciones de un camino vecinal conocido como “Cuatro Bocas” del paraje San Roque de Bernardo de Irigoyen, aún queda una medida antes de que se defina la situación del único imputado que tiene la causa investigada por el juez de Instrucción de San Pedro, Ariel Belda Palomar.
Justamente el magistrado concedió durante las últimas horas que se realice un careo de partes, solicitado por la defensa del imputado de 19 años. Se realizará el jueves 4 de mayo con un testigo clave que afirma y reiteró tanto en sede policial como judicial, que a De Lara lo fue a buscar a su casa una persona el 3 de febrero de 2022 para ir a realizar una changa.
De Lara subió a ese vehículo en el cual había otros jóvenes y nunca más se lo vio con vida. Sus hermanas radicaron la denuncia por desaparición horas después y desde entonces hasta el 9 de febrero del mismo año, personal policial de la UR-XII realizó una búsqueda que terminó cuando se halló el cuerpo semienterrado en avanzado estado de descomposición.
El hallazgo del cadáver fue a las pocas horas de ser arrestado el sospechoso, el miércoles 9 de febrero, en el paraje San Roque, a unos 5 kilómetros del casco urbano de Bernardo de Irigoyen.
Con el correr de los días, se supo mediante el preliminar de autopsia, que el cadáver tenía un orificio compatible con arma de fuego en la cabeza. Lugo se confirmó que se trataba de un revólver calibre 38 milímetros y de acuerdo a la posición del orificio y por donde ingresó el disparo, presumen que lo ejecutaron arrodillado.
Esas primeras impresiones presumen que al menos el que le disparó estaba por encima de su posición según indicó una fuente. La causa fue caratulada provisoriamente como “homicidio simple” y tiene como se mencionó antes un solo joven con prisión preventiva.
Detención e hipótesis varias
Antes que la policía encuentre el cuerpo, fue detenido el sospechoso apuntado como uno de los que llevó bajo engaños a la víctima para realizar un trabajo.
Después surgieron las hipótesis respecto al móvil del crimen, entre ellas una supuesta deuda o actividad ligada al contrabando de vinos y mercaderías en la zona de frontera entre Bernardo de Irigoyen y Brasil.
Otra línea investigativa que se barajó es la posibilidad de que la trama que desencadenó en el asesinato esté vinculada a la compra-venta de vehículos presuntamente robados, actividad que creen está ligada al único detenido e imputado.
En base a los indicios que también se manejaron desde la policía, se mencionó la posibilidad al menos, de que el sospechoso contó con la complicidad de una o más personas para cometer el asesinato.
En este contexto y también por menciones en las testimoniales que tuvo la causa, surgió el nombre de “Fabricio” según testigos dado por el propio acusado como cómplice, pero nunca, al menos hasta ahora, encontraron una persona con esa identidad para poder vincularla a la causa.
También en su momento, el hallazgo del cuerpo se dio gracias a la zona en donde señaló el victimario que estaba enterrado el muchacho, cuando aún se realizaban jornadas de búsqueda todos los días en el pueblo.
Lo concreto en cuanto al móvil del crimen es que la víctima fue llevada bajo engaños a una zona alejada de Bernardo de Irigoyen, donde prácticamente lo ejecutaron de un tiro en la cabeza.

La persona que apretó el gatillo utilizó un arma de fuego calibre 38, en tanto que la altura por la que ingresó la bala, hace suponer que lo tenían de frente y aparentemente arrodillado. Además, quien efectuó el disparo estaba por encima de su posición según indicó una fuente.
Uno de los pendientes que tuvo la investigación es que nunca dieron con el arma homicida. De acuerdo a las pericias y exámenes de autopsia, se determinó que dentro de la cabeza del joven había un proyectil del calibre mencionado, pero el revólver hasta ahora nunca fue hallado.