Magdalena Klykailo tenía 75 años y pasaba sus días en su domicilio del Paraje Las Tunas, una zona rural ubicada a unos 20 kilómetros del centro de Apóstoles.
En su amplia vivienda atendía a su esposo hemipléjico, Angel Sadaniovski (76), y a su hijo Mario Ramón (31); pese a su avanzada edad, poseía una gran fortaleza física y constantemente realizaba las tareas agrícolas.
De vez en cuando su familia contrataba los servicios de algún peón para que desmalezara el yerbal o realizara las cosechas. La anciana nunca imaginó que uno de ellos con el tiempo se convertiría en su propio verdugo.
El 22 de mayo de 2006, a las 9.30, su hijo Mario se ausentó para hacer unos trámites y al regresar, una hora más tarde, se encontró con un horrendo cuadro encontró a su mamá tirada en un pasillo, totalmente ensangrentada, con señales de haber sido ferozmente acuchillada.
Las paredes y el piso estaban salpicados de rojo escarlata, mudos testigos de una tenaz resistencia. El resto de la casa se hallaba en completo desorden, como claro indicio de que el asesino ingresó en busca del dinero de los Sadaniovski.
A sangre fría
Los forenses luego determinaron que la anciana sufrió numerosas puñaladas, principalmente en la axila, el rostro y la boca, al tratar de defenderse con todas sus fuerzas.
Y lo peor de todo, su esposo presenció aterrado cómo el criminal la apuñaló sin piedad. Es que Angel padecía una incapacidad motriz en el 90 por ciento del cuerpo, lo que le impedía moverse por sí mismo.
Como primera hipótesis los investigadores concluyeron que la víctima conocía al homicida. Y que a su vez éste sabía que en la casa había dinero, ya que se constató la desaparición de 3 mil pesos, así como también de otros elementos.
Al día siguiente, la policía halló a 300 metros del lugar del hecho parte de los elementos robados en el domicilio de los Sadaniovski y en otra vivienda de la zona, perteneciente a la familia Femchuk.
Pruebas contundentes
Continuando con el hilo investigativo las autoridades detuvieron en San Vicente a Marcelo Viera (28), quien había trabajado en la propiedad de la víctima. Las pruebas reunidas posteriormente fueron contundentes: las huellas dactilares tomadas a los elementos incautados coincidían con las de él, así como también los restos de cabellos y tejidos hallados debajo de las uñas de la víctima.
Los investigadores establecieron también que, luego de cometer el asesinato de Magdalena, Viera se dirigió a la casa de los Femchuk e ingresó forzando una ventana. Antes de alzarse con varios bienes de esta familia, tuvo tiempo de preparar unos mates en la cocina y de fumar un cigarrillo.
Finalmente, la causa llegó a juicio al Tribunal Penal 1. Cuando todo indicaba que el caso se iba a ventilar en un debate público, el imputado, ante las pruebas abrumadoras en su contra, reconoció su culpabilidad y aceptó ser condenado.
La Cámara refrendó el juicio abreviado y le impuso una condena de prisión perpetua por “homicidio calificado y robo en concurso real”.