Hay momentos en que solo sabemos que nada sabemos, nuestra alma está en silencio y nuestro cuerpo se mueve de un lado a otro haciendo las tareas del día, en forma automática.
Cuando esto nos pasa podemos tener diferentes reacciones: enojarnos, atemorizarnos, rendirnos o podemos intentar solamente aferrarnos de la rama hasta que la tormenta pase y es seguro que pasará.
Cuando nos sentimos con nuestras “baterías bajas” no podemos pensar en demasiados objetivos, por lo que la mejor estrategia consiste en no dejarse caer, no rendirse, aguantar agarrados de la única rama que nos quede hasta que todo se calme.
No se trata de luchar contra la situación, ni tampoco lo opuesto que sería rendirse, se trata de entender que la vida tiene ciclos, que a veces estamos arriba con momentos de mucha alegría y a veces estamos abajo, con momentos de confusión, incertidumbre o tristeza.
Por ello, si nos enfocamos en una sola cosa que es no dejarnos caer estaremos haciendo un montón y aunque en ese momento no lo podamos ver, es cuando aprendemos lo necesario para dar un nuevo salto que nos lleve alto otra vez.
Nuestro trabajo es no rendirnos jamás, es entender que solo se trata de una tormenta, esto también pasará y si aprendemos de ella, nos volveremos más fuertes y con más herramientas para vivir una vida más feliz.
Todo es parte del proceso y a veces los caminos que nos conducen hasta nuestros sueños son absolutamente impensados, por eso, ante estas situaciones, solo podemos hacer dos cosas: aceptarlas y aferrarnos a nuestra rama para no dejarnos caer.
Ayuda mucho entender qué cosas están en nuestro campo de control, es decir que nosotros podemos accionar y cuáles no.
De esta forma no nos atormentamos con mil cosas solo haremos foco en aquellas que nosotros podemos modificar y nos dedicamos a hacer nuestra parte.
Y todas las cosas que están fuera de nuestro ámbito de control, que muchas veces son más numerosas, hacer con ellas un paquete y entregárselas a Dios, con fe en que lo que sea que se resuelva, será lo mejor para nosotros.
Estar en estos momentos de menos energía nos sirve para practicar el enfoque en lo que si podemos accionar, la aceptación de lo que no podemos cambiar, la fe en que todo se resolverá de la mejor forma posible y aprendemos a dejarnos llevar, a fluir con los momentos que se presenten, sin intentar tener todo controlado.
Como expresa Mario Benedetti: Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños…
No te rindas, porque la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.