Concluida nuestra práctica de Yoga y luego de la apacible relajación final, nos incorporamos, permanecemos sentados unos instantes con los ojos cerrados, luego los abrimos sonriendo dulcemente y buscamos en el librito la página señalada para hoy, donde la sabiduría del autor nos refuerza la ejercitada capacidad para transitar serenamente lo cotidiano en toda su complejidad.
Habíamos quedado en estas palabras del Maestro y Poeta Rabindranath Tagore: “El hecho de que la persona no es un ser aislado sino que tiene un aspecto universal es una verdad; y cuando admite esta verdad se engrandece, pero debe tener una base moral”, añadiendo que “necesita dominio de sí misma y reglas de conducta”. Lo que nos recuerda los Yamas y Niyamas del Yoga.
Precisamente “por nuestra facultad moral sabemos que la vida no se compone de fragmentos desunidos y sin objeto.
Ese sentido moral nos permite ver, no solo que el yo continúa en el tiempo, sino también que ese yo no es verdadero mientras se halla limitado a nuestro ego. Ese yo más grande excede los límites de nuestra personalidad”. Por eso “vivir la vida del bien es vivir la vida de todos”.
Y comprendemos que “el placer es cosa personal pero el bien tiene por objeto la dicha de toda la humanidad”. Entonces, “en estos conceptos superiores de la vida del ser humano, los puntos de vista del placer y del sufrimiento pierden su valor absoluto”… porque “vivir en el bien es realizar la propia vida en el infinito… y cuando alcanzamos esa vida universal que es la vida moral, nos liberamos de las cadenas del placer y del dolor, y el puesto que hasta entonces ocupaba nuestro ego se llena de un inefable goce esparcido por un amor sin límites… donde el alma reconoce una actividad tanto mayor”… y reconocemos que experimenta la verdadera dicha: ananda.
Aquí nos recordaba el Maestro: “Es el Karma Yoga del Gita, es el medio de incorporarse a la actividad infinita, ejerciendo el bien desinteresado”, debido a que “nuestra individualidad, en razón de su misma naturaleza, tiende a buscar lo universal”. Y aquí ponemos el señalador.
Namasté.