Con cuatro acusados, el ataque a balazos que acabó con la vida del entrenador de fútbol infantil y femenino, Cristian Andrés Sotelo, fue elevado a juicio oral al Tribunal Penal 2 de la Primera Circunscripción Judicial de la provincia.
Germán “Belco” Ibáñez (25), Elio “El Garrafero” Castillo (31), Diego “Cafú” Tavares (29) y Armando “Pollo” Grisuca (29), son los imputados por el fiscal de Instrucción 6, René Germán Casals y el juez Ricardo Walter Balor.
Solo resta determinar quién es “Pitoca”, el quinto sospechoso quien sería uno de tres hermanos de apellido Romero y la aprehensión de un prófugo.
Los cuatro mencionados continúan detenidos y formalmente encartados por “homicidio doblemente agravado por premeditación y uso de arma de fuego, un hecho, y tres de homicidio agravado por premeditación y uso de arma de fuego pero en grado de tentativa”, cuya culpabilidad implica una condena de prisión perpetua.
De acuerdo a fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, la etapa instructora se cerró hace pocos días y a 25 meses de ocurrido el crimen en el complejo habitacional A3-2 en la zona Sur de Posadas.
El episodio fue extremo de balazos y sangre y se registró a una cuadra de la comisaría Décima de la Unidad Regional X.
Para el juez y fiscal el ataque le costó la vida a “Casimiro” Sotelo de 41 años y resultaron lesionados tres familiares directos.
“Los vamos a matar a todos”
Los cuatro jóvenes acusados descendieron de una camioneta el domingo 13 de junio de 2021 entre las 6 y 6.30, abrieron fuego contra tres viviendas contiguas de la calle Clavelinas, entre Las Lilas y Tulipanes, y dejaron un tendal de heridos y la víctima fatal, reconocido entrenador de fútbol en el populoso barrio mencionado.
La violencia se caldeó esa noche en una fiesta clandestina a pocas cuadras y, cuando aún regía el aislamiento social obligatorio por la pandemia de COVID-19.
Hermanos y primos de Sotelo habrían ingresado a la casa de “El Garrafero” Castillo donde se realizaba el festejo. Se desató una pelea con insultos y golpes y los Sotelo se retiraron del lugar.
El señalado anfitrión habría jurado venganza y, de acuerdo a los datos que manejaron los investigadores policiales, los roces entre ambas familias involucradas no serían nuevas.
Frente a la casa de “Casi” Sotelo se reunieron y, cuando se sospechaba que cada uno se iría a dormir, asomaron dos vehículos y descendieron los tiradores a los gritos. “Salgan, salgan, los vamos a matar a todos los Sotelo”, se escuchó antes de que las ráfagas de plomo se iniciaran.
Una vez en la escena, los efectivos de la división Policía Científica de la UR-X incautaron 27 vainas servidas calibre nueve milímetros la mayoría.
Los proyectiles impactaron en dos jóvenes de 18 y 22 años, que acompañaban a “Casimiro”. Un tercero de 21 años sufrió lesiones en su espalda. Todos estaban desarmados.
De las declaraciones de testigos se pudo obtener una descripción de los rodados involucrados, mientras los heridos fueron trasladados en forma particular al Hospital Ramón Madariaga, donde Sotelo llegó sin vida.
Entre los heridos, el joven de 18 años sufrió un tiro en el pecho y fue intervenido con una cirugía a corazón abierto. El otro lesionado de 22 años, tuvo una herida similar en el tórax. Todos evolucionaron con el correr de los días y las curaciones.
Sotelo, según la autopsia, murió en pocos minutos “por una herida de arma de fuego que perforó la aurícula derecha del corazón y pulmón derecho, que le produjo una obstrucción cardíaca y hemorragia en el saco del pericardio; además de un hemoneumotórax derecho y sangrado intrapleural derecho”.
Todas las lesiones desencadenaron rápidamente en el shock hipovolémico y el paro.
El ataque en A3-2 se registró con características similares a las emboscadas de bandas criminales vinculadas a delitos como el narcotráfico.
Los disparos fueron de pistolas, revólveres y hasta ametralladoras, y directamente contra los tres inmuebles. Las improntas de bala alcanzaron a la vidriera de un comercio de ropa lindante.