El fallecimiento de José Mario Zajaczkowski produce, sin dudas, una terrible pérdida para la comunidad apostoleña, pero también es grande y profundo el legado que deja en su querida tierra.
En su faceta de docente en la histórica Escuela 71 del barrio Estación o como preceptor en la Escuela de Comercio Nº 3 siempre tuvo ese carisma particular de humildad y solidaridad, que llevó consigo en su paso por la Dirección de Cultura o en época dedicada a la escritura, elaborando poemas e historias de personajes de Apóstoles en su librería del centro, sobre la concurrida avenida Sarmiento, donde en los ingresos y salidas de los establecimientos educativos como en los actos patrios y las fiestas patronales, buscaba mantener ese contacto fluido con alumnos y docentes, sobre todo de las generaciones de los últimos años.
La admiración siempre se manifestaba. El conocimiento y el modo de contar historias fue algo que distinguió a Zajaczkowski. Esto quedará marcado entre los referentes de la ciudad que mantuvieron un encuentro cercano con el escritor y que, seguramente, tendrán la misión que “sus historias” continúen vivas.
Fue director de Cultura, maestro, director de escuela en distintas instituciones educativas, pero sobre todo de su amada Escuela Nº 71 del barrio Estación Apóstoles. En los últimos años dejó de colaborar con su Apóstoles querido rescatando historias en su libro: “Historias y Leyendas Urbanas de Apóstoles”.
Hubo innumerables logros como también amigos escritores que lo acompañaron a lo largo de su propia historia. Uno de ellos fue Raúl Kasibrodiuk, quien, en medio de la tristeza, brindó un tiempo a Ko’ape para contar sobre Don Mario: “Más allá de ser una persona de bien, irreprochable ciudadano, buen padre y vecino, siempre era notoria, visible, su vocación por la cultura”, confió.
Después de su jubilación, se desempeñó ad honorem y durante tres períodos como director de Cultura de Apóstoles. Probablemente, en esa época, el poeta implantó en su espíritu la semilla del oficio de escribir. Fue una pasión que “lo llevó a escribir varios libros algunos de los cuales generosamente brindó espacio a otros escritores incipientes, entre los que me incluyo”.
Además, durante 2013, se asoció de manera entusiasta a una iniciativa del periodista Luis Spasiuk para crear el Grupo de Escritores de Apóstoles (GEA). Durante esa época fundante, “gracias a una generosa invitación suya, varios amantes de las letras fueron convocados a participar. El éxito del grupo se tradujo en varias antologías anuales y la visibilidad de nuevos escritores que, finalmente, editaron libros de su propia autoría y organizaron exitosos encuentros de escritores”, añadió Kasibrodiuk.
El legado de Don Mario incluye también la creación del certamen anual sobre la yerba mate que desde hace veinte años se viene realizando en el marco de la Fiesta Nacional del producto madre y el certamen literario sobre la Pascua que se realiza durante el tiempo cuaresmal.
Por el éxito, ambos eventos están instalados en la agenda cultural apostoleña, y son una convocatoria a poetas que trascendió no solo las fronteras de la provincia, sino que también se extendió a países hermanos.
La Agrupación Andresito, creada también por Don Mario, es la gestora de estos concursos literarios como así también fotográficos, ya que en la razón de ser de esta entidad incluye la convergencia con otras formas del arte.
Todos estos logros fueron aquilatando una trayectoria que lo llevó al poeta a participar en la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires y a varios encuentros de escritores convirtiéndose en un verdadero referente de las letras, evocó “con mucho afecto”, al hacerse eco del crecimiento personal y profesional de este amigo se marchó hace una semana.
¿Cómo nace un escritor?
La pasión por la escritura, la recibió de manera, podría decirse, hereditaria. “Siempre escribí, lo heredé de mi vieja: Doña Genoveva, lástima que ella nunca publicó. Escribía desde la primaria, recuerdo cuánto lloré el día que escribí un cuento y mi maestra de cuarto grado me dijo que ‘era copiado’, y en la secundaria siempre ganaba las composiciones para leerlas en la plaza”.
Como director de Cultura municipal promovió los premios Andresito y la recordación de la Batalla de Apóstoles, la Bandera de Apóstoles, la Canción de la ciudad (idea conjunta con el concejal Regalado), el concurso de poemas El mate y la yerba mate, la Feria del libro en forma conjunta con la Escuela Normal. Dictó talleres gratuitos en el Centro Cultural.
“Escribí toda la vida” y en 2005, “se me dio por publicar ‘Retazos’. Luego, surgió ‘Historias y Leyendas urbanas de Apóstoles’, que me dio satisfacción porque pude representar a la ciudad, a Misiones junto a diez escritores en la 40ª Feria del Libro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para la cual fuimos seleccionados. Escribí un libro testimonial: ‘Mirar a Cristo con María’, que relata sobre los peregrinos a la Virgen de Salta y San Nicolás. Escribí ‘Historias de Asombrados’ (Volumen 1 y 2), que se ocupa como material de consulta en la Escuela Normal ‘Mariano Moreno’. Especialmente junto a ‘Historias y Leyendas urbanas’, los docentes lo trabajan con los alumnos de sexto y séptimo grado. Posteriormente escribí un libro que se llama ‘Unos cuantos cuentos’, que fue premiado en Aristóbulo del Valle. Finalmente, un libro para colorear, el primero para chicos, donde hablamos sobre la feria franca, la batalla de Apóstoles, la bendición de alimentos, la fiesta de la yerba”.
En un video institucional de la Municipalidad de Apóstoles, expresó que “me toca viajar adonde me invitan, sea en distintas escuelas de Misiones o de Corrientes. Estuve en la Feria del libro de Foz de Iguazú como en Santa María, ambas en Brasil. Lo que más me piden es ‘Historia de Asombrados’, que es un libro muy apegado a mí porque son las historias que escuchaba en el patio de la casa de mis padres cuando no había televisión, internet. Porque en esa época ¿qué hacían los vecinos? Se juntaban para contar historias de asombrados, y a mí me encantaba escuchar. Mi madre amasaba el pan casero -me emociona contarlo porque mientras amasaba el pan amasaba la vida-… Mi padre preparaba el mate y los vecinos venían todos con una historia más fabulosa que otra. Seguramente con algo más de mentiras, pero cada uno trataba de lucirse. Eran historias de terror en las que aparecía el lobizón, el pomberito, una mujer de cabello blanco que desaparecía misteriosamente en un arroyito. Yo, permanecía loco de miedo prendido de la pollera de mamá porque seguramente sentía la protección para vencerlo. Los vecinos se iban y la luz se apagaba a las 10 de la noche, por intermedio de una usina de la ciudad en aquel entonces. Así que cuando llegaba ese horario era reclamar la presencia de mi madre, que me decía: ‘no tengas miedo que te voy a encender la luz de la luna y voy abrir la ventana, así se te irá el miedo. Pensá una cosa linda, se te irá el temor’. Aún siempre ocupo esa estrategia cuando me azota algún temor, pienso en el rostro de mi madre, se me va el miedo”.
Aseguró que las mejores historias de asombrados estaban en la casa de sus abuelos, camino a La Cachuera. “Ahí estaban mis abuelos maternos, al lado de la capilla San Miguel. Mi tío Benedicto, el ciego, con un acordeón. Ahí tenía su habitación con un piso de tierra, paredes de madera. Un fogón donde permanentemente tomaba su mate. En un clavito estaba el saquito para ir a la misa de la capilla. Hablaba despacito, casi rezando como cuando se murió. Porque el tío murió una noche de tormenta y lo encontraron con las manos de esta forma (juntas, como si fuera rezando) como la gente de nuestra colonia que únicamente rezaba y cantaba”, añadió. Y también se refirió al “Negro del pastoreo”.
“Le tengo fe al Negro. A veces voy por las tardes inexistentes de mis abuelos, entre las plantas del yerbal busco algún tacurú, llevo un vasito de caña, tabaco y le prendo una velita. Porque he perdido muchísimas cosas, amigos, hermosas realidades. Entonces pido que me devuelva algo de esas cosas tan queridas. En esas tardecitas cerca del arroyo Chimiray, cerca de la Capilla San Miguel, se escucha el acordeón del tío Benedicto, aquel que se murió una noche de tormentas”.
Sobre la creación del Grupo de Escritores Andresito había comentado en sus redes sociales que: “a propósito de escritores, les comento cómo se lograron algunas cosas. Me acuerdo que en cierto evento en el Centro Cultural “Raúl Taurant Delavy”, Luis Spasiuk me dijo: ‘hermano, vamos a crear el grupo de escritores de nuestra ciudad’, convocamos a la primera reunión en la casa del mate y así surgió la institución denominada GEA. La publicación de la primera novela de ‘Necho’ De Paula fue el hecho que marcó el inicio, un antes y un después, para la literatura local. Luis, con su dinamismo proverbial, se ingenió con un amigo para lograr el diseño del logo. Convocó al intendente para que respalde la idea, y cimiente las bases. Spasiuk fue el primer presidente del GEA, por eso a él, mi respeto y admiración”.
Hizo periodismo en radio, fue colaborador de diarios provinciales (entre ellos, PRIMERA EDICIÓN). Como escritor recibió distinciones y premios en diferentes certámenes literarios. Su poema Plegaria del tarefero fue, tal vez, su poema predilecto. Publicó un libro de poemas titulado Retazos en el 2003. Compositor de varios temas musicales, algunos de ellos grabados por Fausto Rizzani y Víctor Padován. Se destacó como guitarrero, cantor y en alguna oportunidad integró Los Trovadores de Apóstoles. Estuvo al frente de una pequeña librería escolar.
Al indagar sobre su vida y los recuerdos, sostuvo, con cierta gracia, que “mi madre decía que vi la luz cuando la gente de la chacra volvía en carritos a sus hogares después de haber participado en la misa de gallo”. Era hijo de Ladislao Zajaczkowski y de Genoveva Kruchowski, argentinos, hijos de polacos, que llegaron al país entre 1902 y 1903. “Provenimos de Miguel Zajaczkowski y María Zadorski”, aclaró, al tiempo que contó que recientemente y en un primer encuentro, “nos reunimos más de cien familiares en una fiesta inolvidable. Vinieron parientes desde Australia, Buenos Aires, Neuquén, Gobernador Virasoro, Oberá, además de los locales”.
Personajes inmortales
Una de las singularidades de las columnas que escribía Mario, era la caracterización profunda de los personajes que supieron hacerse un lugar en el imaginario colectivo del pueblo. A raíz de su partida, el municipio de Apóstoles compartió en redes sociales una entrevista realizada en 2020, recordando parte de su historia. De alguna manera, “él siempre estaba predispuesto a compartir, a colaborar con sus obras y con la organización de concursos literarios, con las diferentes instituciones públicas (Concejo Deliberantes, áreas de cultura de la Municipalidad) y en la gestión siempre eran bienvenidas. La ciudad de Apóstoles acompaña la partida de quien supo ser referente de inspiración e innumerables mentes creativas y creadoras. Las historias terminan, los legados son eternos”.
Oscar “Luchi” Cabral, músico (ex 4 Ases y docente) expresó: “Partió para siempre quien fuera mi jefe de preceptores en la Escuela de Comercio, hace muchos años. Maestro de vocación, director de escuela. Compañero de muchos encuentros de ajedrez. Poeta, escritor de tantas vivencias urbanas y de personajes destacados de nuestra localidad. Quien me permitiera grabar y recitar con orgullo uno de sus tantos poemas: Plegaria del tarefero. Partió para siempre Mario Zajaczkowski, pero estoy seguro que vivirá por siempre en el corazón de todos los apostoleños que lo queríamos mucho”.
Gabriel Boreski, de la Colectividad de Ucraniana, lamentó la triste y dolorosa noticia y la “gran pérdida para Apóstoles, su cultura y su identidad, que tan bien supo describir a través de sus obras……el gran cuento de la Vida cerró su epílogo para nuestro querido Mario… Seguramente en el nuevo plano de su existencia se encontrará nuevamente con su vieja y querida escuela primaria o en el patio de su casa en Colonia el Paraíso, disfrutando del aroma a pan recién horneado, junto al mate bien calzado y las melodías de su apreciado Tío ciego…. No tengo dudas que ya está intercambiando anécdotas con Nelly y Chocha, que, entre acuarelas y pasteles le deben estar ilustrando el nuevo camino junto al Creador”.
Su sobrina y ahijada, Cecilia Maciel, decretó que “un escritor nunca muere. Cuando un escritor muere, si es que muere, regresa. Nunca se va. Es un rayo que no cesa, como si de un modo u otro siempre hubiese tormenta, aun en verano. Huye lejos y se queda. Escribe en círculo… Quiero dedicar unas palabras a un hombre que amó y trasladó su amor, conocimiento y sabiduría a nuestra sociedad. Una persona entrañable, sensible, amiga de sus amigos, silenciosa, y que siempre siguió sus principios y colaboró con exquisitez a quienes necesitaron su ayuda. Un gran ser humano que dejó su huella en muchos de los corazones de los que tuvimos la alegría de compartir su magia”.
Plegaria del tarefero: Óyeme:
Porque te invoco Dios de mis penurias.
Tú que enciendes en mis venas
el grito ardiente
entre la escarcha
y el sol de las mañanas,
haz que mi voz sea una plegaria
entre la gente.
Concédeme, Señor,
el pan de la mesa compartida
y no migajas de miseria contenida,
que sea el fruto de mi esfuerzo
y del esfuerzo
que aquel Hombre sustentó
hace dos mil vidas.
Que el verde misterioso de la yerba
se entremezcle con la savia de mis días
que penetre lentamente por mis callos
mitigando las penurias y heridas.
Aligera Señor el peso del raído
si mi espalda se dobla de cansancio,
no permitas que mis horas
sigan siendo subsistencia
de miseria y desamparo.
Cuando vaya, Señor a la tarefa
que mis hijos se queden en la escuela
saboreando la Patria en una tiza…
velarán por mi futuro y su grandeza.
No me prives de ser protagonista
de este tiempo de sudor y de cosecha,
que no venga la máquina a suplirme,
¿podrá ser igual, sin mí,
algún día la tarefa?
Dame fuerzas, Señor,
para que acepte
con humano valor este evangelio.
Y en la noche, cuando el vino me adormezca,
si suavizas mis penas
con el sueño
que ese sueño no sea otro
que este anhelo.
Perdurar en la memoria de mi pueblo
con la honra de haber sido tarefero.