El INDEC le puso ayer el moño a una semana que, recién iniciada, ya se deja ver como una de las peores del año al menos en lo económico. Al publicar una inflación (de julio) totalmente desactualizada echa por tierra cualquier previsión que se pueda hacer en base a los índices oficiales.
Combustibles, panificados, carnes, neumáticos, electrónicos y otros rubros comienzan a manejar sus precios totalmente disociados de cualquier parámetro más que el inflacionario.
El problema de hoy obedece a las causas de siempre: los efectos de una devaluación sin un programa consistente de respaldo no solamente no corrigen el desajuste de los precios relativos, sino que además dejan un escalón más alto a la ya insoportable inflación.
Y el problema derivado es que se vuelve a alterar a una sociedad que no hizo más que sacrificios durante los últimos años.
Hacia adelante, solo nos queda asumir que, con una inflación mensual instalada por encima del 10% (siempre que se estabilice), el año cerraría en 170%, si no es más.