El lunes pos elecciones Primarias, en paralelo a las tensiones políticas, hubo múltiples medidas oficiales tendientes a “reordenar” la macroeconomía. Quizás la que destacó, aunque claramente pasó desapercibida por la devaluación que emprendió Economía, fue la suba de tasas de interés por parte del Banco Central. Mediante esa resolución la autoridad monetaria estableció un aumento de 21 puntos porcentuales en la tasa de política monetaria, llevándola de 97% a 118% nominal anual.
Rápidamente la atención de los inversores se centró en comparar plazo fijo contra dólar como mejor forma de cubrirse ante el escenario de incertidumbre.
Pero pocos repararon en el doble sentido de la medida del Central que pone en jaque a la mayor parte de los consumidores cuyo poder adquisitivo sigue en declive.
Ocurre que la misma decisión del BCRA afecta directamente a las deudas con tarjeta de crédito, una de las pocas herramientas con las que cuentan los consumidores para cubrirse de la crisis.
Con su resolución, la autoridad monetaria encareció el costo de la deuda y hoy dejar sin pagar parte del resumen de la tarjeta o, peor aún, concretar solo el pago mínimo, será mucho más costoso. Al correr el límite al interés compensatorio para financiaciones a tarjetas de crédito se incrementó 19% la tasa máxima permitida hasta el viernes pasado (86%).
Por establecer un ejemplo: si el resumen de septiembre fuera de 70.000 pesos y el titular de la tarjeta decidiera pagar 50.000 pesos y financiar los 20.000 pesos restantes, debería enfrentar un costo nominal de 107% sobre esos 20.000 pesos. Y eso sin sumar aún los costos administrativos y comisiones correspondientes a cada banco.
Las decisiones políticas y económicas tras las elecciones volvieron a dejar a más argentinos sin herramientas frente a la crisis.