La bailarina y profesora de danzas folclóricas Nora Lucrecia Urdinola (81) es el alma del Festival Nacional del Música del Litoral. En su mente y en su corazón atesora esos extraordinarios momentos vividos en los comienzos de este sueño que se fue concretando de a poco, con buenas ideas y con mucho sacrificio, convirtiéndose, en sus épocas de esplendor, en el lugar de reunión de los artistas de renombre de la Argentina.
Nació en Buenos Aires y hace más de 50 años se estableció en Posadas porque su padre, Jorge Antonio Urdinola, era gerente del Banco Industrial y la tierra colorada fue el último destino que tuvo antes de jubilarse. La familia, compuesta, además, por su mamá Lía del Carmen Caldiz y sus hermanos: Nélida, Eduardo, Jorge, Ricardo, Martha, se enamoró de la ciudad, que la recibió con un sol radiante y chivatos florecidos. La entidad bancaria les alquilaba una casa sobre la calle Ayacucho. Al frente vivía Carmen “Carmenchu” Larumbe, una gran bailarina, con quien puso su primera academia de danzas folclóricas (ya funcionaba la de Hermelinda Aranda “Chiquita” de Odonetto). Sus padres integraban la comisión de la Peña “El lapacho”, la primera que tuvo Posadas y que funcionaba en el Palacio del Mate.
Nora se había recibido de profesora de danzas en el Instituto Musical Fontova de la CABA. “Quise poner mi academia, pero mi padre no me permitió abrirla en mi casa, que era grandísima, porque la alquilaba el banco. Una amiga, Silvia Giménez, nos dijo que tenía un garaje grande que no utilizaba y nos cedía para que pusiéramos ahí la academia. Fui la segunda en instalarla después de “Chiquita”, en el año 60, y tuve muchos alumnos”, en una época en la que los canales y las radios transmitían música folclórica y se estaba produciendo un “movimiento fantástico”.
En 1962, cuando Lucas Braulio Areco se desempeñaba como director de Cultura, la llamó para comentarle que había una invitación para participar del Festival Nacional de Folclore de Cosquín y que le gustaría que viajaran a Córdoba para presentar la galopa misionera a fin que el público sepa que Misiones tiene su folclore. Su hermano mellizo, Eduardo, que falleció hace seis años, fue su compañero de danzas. Junto a ellos viajó la Orquesta Folclórica de la provincia, compuesta por 17 maestros, todos vestidos de etiqueta, y dirigida por Ricardo Ojeda. Fueron acompañados de Adhemar Gali, que era secretario de la Dirección de Cultura.
“De chiquita decía que quería ser bailarina. En Cruz del Eje, en el año 50, año del libertador General José San Martín y en la escuela donde recibí los mejores ejemplos de educación, vi bailar por primera vez a Margarita Palacios, una compositora y cantante catamarqueña de música folclórica, porque mis padres nos llevaban a todo lo que era cultural. Cuando volvimos a casa dije: ‘ya sé lo que quiero, bailar como esa señora’. ‘Pero para eso hay que estudiar’, acotó mamá. ‘Bueno’ –agregué- ‘busquen la profesora’. Finalmente, me recibí en el Instituto Fontova, pero hice cursos con Haydeé Pérez del Cerro, Beatriz Durante, entre otros”.
Tras 40 horas de viaje en micro, por caminos de tierra, llegaron a Cosquín, donde estaban convocadas delegaciones de todas las provincias. “Nos daban 20 minutos de escenario. A veces te ponían en horarios insólitos, otras veces se peleaba y conseguía un buen horario. Y nos pasó lo segundo. Nos dieron un buen horario porque era una cosa distinta, nunca se había presentado un festival de folclore, a una orquesta tocando música folclórica. Cuando se abrió el telón y empezó Misionerita, el público estalló en un aplauso cerrado. Y nos sorprendimos, porque la gente gritaba: otra, otra. Ya nos habían dado instrucciones que no se podía repetir. En ese momento vemos a Julio Mahárbiz que nos hace señas que reeditemos la escena, así que tuvimos que bailar nuevamente, acompañados de otra ovación. Y en la semana se programó otra presentación de Misiones en el escenario de Cosquín”. Finalmente, Misiones “había sido el número no profesional más aplaudido del festival, repito con satisfacción lo que decían los diarios de la época. A la orquesta no se la pudo clasificar porque no había un rubro. Mi hermano y yo ganamos el premio a la mejor pareja de baile del país”, lo que significó una satisfacción muy grande.
Urdinola insistió con que “fue la primera vez que en Cosquín se permitió que una delegación de provincia actúe durante dos noches sobre el escenario. Es que eran tantos los aplausos, que lo cuento, y todavía me emociono. Era tanto lo que se aplaudía y la gente pedía otra, otra, bailamos un chamamé, que más o menos se conocía, pero la galopa -de la que soy una enamorada- era la primera vez que llegaba. La revista Vea y Lea publicó una foto grande de mi hermano y yo bailando, con la inscripción: fue el número no profesional más aplaudido. Tuvimos que grabar para la televisión italiana, y nos hicieron muchas entrevistas. Ahí estaban los mejores, se daban conferencias llevando a los estudiosos, y yo me metía en el medio. Me podía acostar a las 5 pero a las 9.30 estaba en el simposio porque iban a dictar las clases y las charlas los mejores maestros de folclore que tenía el país. Y no podía desaprovecharlo”.
Y el viaje dio que hablar…
A los viajeros les llamó la atención que en Cosquín no se conociera la música del Litoral. Cuando regresaban, sentados sobre asientos rectos y duros, alguien dijo ‘¿Y si hacemos un festival en Posadas?’ A Gali, que era quien había acompañado a la delegación, le pareció una muy buena idea. “Don Lucas se va a entusiasmar si le cuentan que quieren hacer eso”, acotó. “Nunca supe cómo fue y siempre preguntaba a Ricardo Ojeda ¿quién fue el de la idea?”, sostuvo Nora. Apenas arribaron a la Capital misionera, fueron a entregar la placa a Areco y “le digo que queríamos hacerle una propuesta con Ojeda: nos gustaría que Posadas tenga un festival. ¿Cómo hacemos? si no tenemos presupuesto, disparó. Y vamos a conseguirlo, le respondí. Primero tenemos que armar una comisión, agregué, cuando en realidad, teníamos todo armado. Él era un entusiasta, nos apoyó, y dejó la organización en nuestras manos”.
“Quizás muchos no sepan, pero Ariel Ramírez vino aquí a estrenar la misa criolla con Jaime Torres, acompañados del coro Armonía, a quien mandó las partituras. Por el escenario Alcibíades Alarcón pasaron los grandes, los mejores, Eduardo Falú, Jaime Dávalos, y de la música del litoral, todos”.
Se formó una comisión provisoria integrada por el arquitecto Tito Morales, Maruja Gil de Ledesma, Nora Urdinola y su madre, Lía del Carmen Caldiz, Germán Sánchez, Pepe Díaz Beltrán, Salvador Monaca, Zaida Zampaca y Dante Ciarallo, el comandante de GN, el prefecto, entre otros tantos. También estaba Ojeda y Areco, que era el presidente. Convocaron a una asamblea pública para comunicar que Posadas tendría su festival. Se hizo en el Club Progreso, sobre calle Bolívar, donde luego funcionó la radio LT 4. Alegre, que tenía un camioncito, hacía publicidad callejera y, transitando las calles, iba invitando para la convocatoria. Era tanta la gente que se reunió que hubo que poner parlantes en los balcones para que quienes estaban en la plaza 9 de Julio escucharan “lo que hablábamos en el club”. Se estableció la primera comisión, y cuando se hizo la primera reunión, Urdinola estaba como asesora en la parte artística. La pregunta era “¿qué hacemos? ¿cómo nos presentamos? no teníamos un peso. Dijimos que íbamos a invitar a los artistas, dándoles casa y comida, explicándoles que no teníamos presupuesto pero que este festival se iba a realizar para promocionar su música”.
Hablaron por teléfono con Isaco Abitbol padre y fueron convocando a otros, a quienes la idea le pareció genial. Así fue que, figuras como Mauricio Valenzuela, Ernesto Montiel, Tránsito Cocomarola, que ya eran grandes en esa época, aceptaron venir por el pasaje y la comida. Algunos pararon en casas de familia, otros se instalaron en alguno de los dos hoteles que tenía la ciudad. “La gente colaboró con la comida. Nos costó mucho esfuerzo porque el festival no duraba tres días. Nosotros, de agrandados, lo hicimos durar una semana completa. El primer día se inauguró con todos los arreglos hechos en madera terciada y a la noche vino una tormenta con lluvia torrencial, que se extendió por tres días seguidos. Voló todo el decorado que había hecho el arquitecto Morales y los alumnos de la Escuela Industrial, dirigida por Cardillo Moreno”, expresó, quien integró la comisión del festival durante 20 años y hace unos años “fui asesora ad honorem junto a Juan ‘Pico’ Núñez y a Luis Marinoni. Es que nunca cobré por una colaboración, por una conferencia, una clase o presentación. Lo hacía porque quería, porque yo era la que estaba enamorada del arte y entregando lo que yo sentía”.
El anfiteatro se había inaugurado dos años antes para el campeonato nacional de básquet, aunque carecía de sanitarios y de otras comodidades. “Era una estructura que se tapaba con paneles. Había que acercarse con cuidado para mirar el río. Allá abajo se veían los ranchitos con velas prendidas. Todos quedaban enamorados. Se vivieron jornadas a pura emoción, el público recibió al festival con un entusiasmo impresionante, al igual que los artistas”, evocó, quien trabajó en el hotel de Turismo, fue secretaria del intendente Raúl Zapelli, y supervisora de una importante tienda de ropas. A medida que recorría las sucursales, daba conferencias sobre folclore e hizo conocer a Misiones en el país.
Durante tres años se escuchó solamente música del litoral. Participaban las delegaciones de las seis provincias, y eran de excelencia. “Se empezó a organizar el simposio que estaba a cargo del Instituto Montoya, donde comenzaban las carreras de Historia y Geografía. Adhemar Gali y Aníbal Cambas fueron presidentes del simposio, que se hacía en el Club Social, y hasta donde llegaron estudiosos de renombre como Linares Cardozo, Aníbal Zampayo, Albérico Mansilla, Florencio López, Miguel Codaglio”, mencionó, quien, además de danza, estudió declamación, teatro con Maruja Ledesma e Ismael Fernández, y directores que venían de Buenos Aires, “haciendo todo lo que me servía para montar un espectáculo de calidad”.
Después de tres años, cuando se empezó a traer a grandes figuras, “porque había que matizar la cosa, se le pedía dos canciones dedicadas al litoral y después podían cantar lo que querían en 20 minutos de actuación. La idea les parecía genial porque el inicio de los festivales se daba en Posadas, a fines de noviembre o principios de diciembre, después ya empezaba Cosquín, entonces cantaban lo que acá habían estrenado”, contó quien fue corresponsal de la revista Folclore desde sus comienzos y por muchos años.
Amor por la lectura de diarios
Contó que cuando tenía unos ocho años y residía en la localidad cordobesa de Cruz del Eje, nació su amor por la lectura de diarios. Después de la formación habitual, se izaba la bandera, y un alumno del sexto grado, designado previamente por su maestra, pasaba al frente y leía una noticia corta del diario La Nación o La Prensa, que llegaban desde Buenos Aires en tren y con 48 horas de atraso. “Para nosotros, las noticias eran siempre frescas”, acotó, quien concurría a una escuela muy humilde y se tenía que cuidar mucho porque había contraído tifus, enfermedad que era tratada por el Dr. Arturo Illía.
Añadió que, en el aula, la maestra de segundo grado, “nos explicaba qué es lo que quiso decir la noticia, qué es lo que transmitía. Y a mí me daba mucha curiosidad, entonces esperaba que mi padre llegara de su trabajo en el banco, a la tardecita, con el diario en la mano. Y yo deletreando, me ponía a leer, porque quería ser grande y pasar a leer la noticia. Era una vocación que tenía”.
Comentó que, actualmente, se levanta a las 6, prende la computadora y se pone a leer los diarios. “Pueden ser de España, de Italia, de Francia, no hablo los idiomas, pero pongo el traductor, porque para mí no hay pasión más grande que la lectura del diario. Me quedó grabado”. Y en esa escuela, también “aprendí a preparar mi primer plato porque una vez a la semana teníamos clase de cocina. La maestra enseñaba a cocinar con los productos que tenían en casa. Aprendí a hacer un pate de hígado porque, en aquel entonces, los menudos se regalaban en las carnicerías. Con el tiempo fui modificando los ingredientes, pero hasta el día de hoy lo sigo preparando. Ahí empezó la pasión por la cocina”. Siempre piensa en lo interesante que es que “un chico concurra a una buena escuela donde te enseñan cosas que te quedan para siempre”, como el verso que aprendió para recitar a Sarmiento y que lo repite y publica todos los 11 de septiembre: “Sarmiento el gran maestro, amó a la patria y al niño. Por la patria dio su vida, por los niños, su cariño. Por eso yo en este día quiero brindarle una flor que le diga en su perfume que también le doy mi amor”.
Así nació su amor al arte, “porque al decir el verso al gran maestro, subí al escenario por primera vez. Hice una reverencia, me aplaudían y yo me sentía una artista. Desde entonces me encantó hacer teatro. Son recuerdos imborrables”, rememoró quien de niña se entretenía con la lectura del diario, y de los libros como “Mujercitas”, “Príncipe valiente” y “Los ocho primos”.
El Mensú de Oro
En el 51º Festival Nacional de la Música del Litoral y 13º del MERCOSUR, la profesora y bailarina recibió el “Mensú de oro”, uno de los mayores premios que se otorga a los principales referentes de la Cultura en cada edición. Contó que, como hacía poco había fallecido Ricardo Ojeda, “lo primero que hice, lo primero que me nació, fue alzarlo y dedicarlo al músico que fue artífice de este Festival junto a otros tantos. Me emocionó mucho recibirlo. Fue como el corolario a toda una trayectoria”. Contó que como transcurría la pandemia, la llevaron engañada. “Luis Marinoni me dijo, ‘quiero que veas lo que estamos haciendo. Por qué no te pones una de tus lindas túnicas y te paso a buscar’. Me llevó al anfiteatro. Al verme, Silvia Ferreyra me dice: ‘vení Norita, vamos a charlar en el escenario porque hay más luz’. Había una mesita y dos sillitas. Entretenida, sentía las voces de un locutor, pero no daba importancia hasta que dice: ‘el Mensú de Oro de este año es para Nora Urdinola’. Me doy vuelta y vi que Marinoni había formado a todos sus bailarines y tras un aplauso cerrado apareció el intendente Leonardo Stelatto con el director de Cultura, Benito del Puerto, y me lo entregan en una bolsa de terciopelo”. Recomendaron que no contara a nadie sobre el premio porque, por la pandemia, había sido grabado para salir al aire durante otra jornada, “entonces llegué a casa y le conté a la Virgen de Guadalupe, que es mi protectora”, añadió entre risas.