Hoy viviremos la emoción de la palabra después del silencio con un autor que con magia nos hace sentir libres, hablamos del escritor argentino Oliverio Girondo (1891-1967) quien pronuncia estas palabras, válidas hoy mismo, como si el tiempo no transcurriera: “Un libro -y sobre todo un libro de poemas- debe justificarse por sí mismo, sin prólogo que lo defiendan o expliquen”.
Es verdad, la poesía, la pintura, la danza, las artes en general no pueden “explicarse”. Si podemos explicar el sentido, pero es la sensibilidad del espectador, el escucha, quien establecerá una relación íntima, descubriendo nuevas formas, sonidos.
¿Qué podemos decir de la poesía de Girondo?, vertiginosa, nos cae como un balde de agua, recurre a calles, experiencias interiores y exteriores, mundos reales, sueños, delirios, pone a la intemperie el espíritu, los utilitarios de los objetos de la vida cotidiana, transcribiré un fragmento de Carta abierta A “La Púa”, París diciembre 1922.
Lo cotidiano sin embargo, ¿no es una manifestación admirable y modesta de lo absurdo? Cortar amarras lógicas ¿no implica y verdadera posibilidad de aventura?
¿Por qué no ser pueriles, ya que sentimos el cansancio de repetir los gestos de los que hace 70 siglos están bajo la tierra? Y ¿cuál sería la razón de admitir cualquier posibilidad de rejuvenecimiento?
¿No podíamos atribuirle por ejemplo, todas las responsabilidades de un fetiche perfecto y omnisciente, y tener fe en la plegaria o en la blasfemia, en un albur de un aburrimiento paradisíaco o en la voluptuosidad de condenarnos?
¿Qué nos impediría usar de las virtudes y de los vicios como si fueran ropa limpia, convenir en que el amor no es un narcótico para el uso exclusivo de los imbéciles y ser capaces de pasar junto a la felicidad haciéndonos los distraídos?
Yo, al menos, en mi simpatía por lo contradictorio -sinónimo de vida- no renuncio ni a mi derecho de renunciar, y tiro mis “Veinte poemas”, como una piedra, sonriendo ante la inutilidad de mi gesto”, Oliverio Girondo.