La familia Araucariaceae cuenta con tres géneros, Agathis Salisb., Araucaria y Wollemia W.G. Jones y 41 especies; las cuales poseen una distribución disyunta en el hemisferio sur, con una gran concentración en Australasia y Malasia y dos especies sudamericanas de Araucaria.
El pino Paraná es una especie de las dos del género Araucaria que habitan la Argentina, Araucaria angustifolia subtropical y Araucaria araucana subantártica.
El pino Paraná puede alcanzar hasta los 50 metros de altura con troncos rectos con 1,50 metros de diámetro con corteza gruesa y fisurada que se exfolia en pequeñas placas grises por fuera y rojas por dentro. Mientras crece su forma es piramidal y luego aparasolada en la madurez. Sus hojas son de disposición imbricadas.
Es dioica con conos masculinos denominados amentos, solitarios o en grupos pequeños, los conos femeninos a menudo agrupados de 3 o 5 erectos, ovoides cuando inmaduros y globosos cuando maduran de 12 o 20 cm de diámetro pudiendo contener entre 100 a 300 macrosporófilos que oportunamente se convertirán en semillas, la Araucaria selvática puede tomarse hasta dos años en madurar sus frutos, las cuales poseen alto contenido proteico.
Entre sus hábitos ecológicos nos muestra una gran exigencia de precipitaciones y suelos profundos de primera calidad 9 A de la clasificación edafológica.
En geometría sagrada o fractales naturales la pirámide conecta con su gran base al plano que la sostiene y canaliza dando y recibiendo energía de un plano superior, pero después ese cambio a forma aparasolada con sus ramas y hojas abiertas solo hacia arriba, es cuando la pirámide se invierte que el caudal de información se incrementa e inyecta como el agua de lluvia bajando por el fuste de la Araucaria e ingresando a la tierra, al suelo profuso y profundo que requiere para desarrollarse y sostener los casi 50 metros de altura que puede alcanzar.
Las hojas de pino Paraná poseen una espina terminal, que dificulta poderla agarrar, sin embargo, ella da, se brinda, mientras siga conectada a la fuente superior e inferior sigue dando. Más si se desconecta pareciera activarse el mecanismo de defensa y dichas espinas repelen al que se quiere acercar, como nosotros cuando cansados de dar advertimos el uso y abuso y no podemos más.
Gestionar y dosificar la energía que brindamos requiere autoevaluarnos permanentemente, reconocer cuánto o hasta dónde, dar, decidir, o simplemente limitar. Para cuidarnos y no llegarnos a enojar.
Araucaria en medicina homeopática y en sus campos mórficos habla de equilibrar el dar y el recibir, el rol masculino y femenino que llevamos dentro, la pirámide en su dinámica energética que bien puede adquirir forma aparasolada y producir frutos, cientos y poderlos brindar. Para trabajar la rigidez impenetrable del ser o el exceso de dar. (*)
(*) Equipo de Investigación Ecosanación.