El dato de pobreza que oficializó ayer el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) es viejo… y no porque se trata del índice del semestre pasado, sino porque el tamaño y, sobre todo, la velocidad de la crisis lo dejan muy atrasado.
Con todo, no es menor un país con una pobreza que supera el 40% de pobreza con una indigencia creciente en todas y cada una de las ciudades medidas. En términos técnicos vale señalar que la pobreza subió al 40,1% y la indigencia al 9,3% de la población, lo que advierte otro dato preocupante: un fuerte incremento frente al 36,5% registrado en el mismo período del 2022.
Pero otra vez vale aclararlo, la medición se hizo antes de la devaluación pos Primarias y de los saltos inflacionarios de los últimos meses que reflejaron índices de dos dígitos al igual que el mes en curso.
También es harto preocupante el dato por edades: los menores hasta catorce años siguen siendo el sector más vulnerable teniendo en cuenta que el 56,2% de esa población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, mientras que el 13,6% también es indigente.
También lo es el dato de ingreso contra canastas: el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de 124.071 pesos, mientras la Canasta Básica Total promedio del mismo grupo de hogares alcanzó 199.593 pesos, lo que da cuenta de la imposibilidad de alcanzarla y así zafar del flagelo. Al finalizar el tramo medido el valor de la CBT fue de 232.427 pesos por lo que el camino se hizo más cuesta arriba. Ello explica, por ejemplo, el hecho de que la indigencia suba más rápido que la pobreza.
Otro dato que compromete y “añeja” la medición del INDEC es que el aumento de precios de los bienes que componen la CBT y la CBA estuvo por encima de la inflación durante el primer semestre.
El fenómeno de los trabajadores pobres crece al ritmo acelerado y se transformó rápidamente en el nuevo paradigma de la estructura económica y social de Argentina, cambiar esa dinámica será una tarea titánica.