La de los combustibles es una historia recurrente en Argentina. Gobierne quien gobierne, siempre hay períodos de escasez, faltantes, especulación y otras maniobras. Y entre ambos extremos de esta discusión siempre hay millones de damnificados que poco y nada tienen que ver con la crisis.
El pedido de subas por parte de las empresas es una constante y, en esta oportunidad, las demandas se intensificaron en un contexto de desabastecimiento, aceleración del índice inflacionario y elevados costos del sector.
De su lado, el Gobierno (en plena campaña) siente que la crisis en la provisión golpea el devenir de su ariete, el ministro/candidato Sergio Massa. El oficialismo sentía que todo venía bien hasta justo después del domingo, cuando las colas de vehículos para cargar combustible trascendieron las calles del interior para dejarse ver en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
Fue entonces que la crisis tomó verdadera trascendencia y movilizó a las partes a hablar al respecto. Pero para llegar a esa instancia fueron varias las provincias en las que la situación venía en escalada.