Como decía un viejo pescador que conocí alguna vez “el río siempre te da, pero en el primer descuido se cobra”. Basta emular la letra de aquella composición de la cantautora Teresa Parodi que en su canción “Apurate José”, la cual refleja la crecida abrupta de ese animal que si bien te trae la vida, bajo ciertas circunstancias deja de ser silencioso para despertar y dejar a su paso historias trágicas y descarnadas que afectan directamente a los ribereños e isleños de nuestro Litoral.
Desde el año 2014 no se daba una situación tan radical y que está afectando directamente a esos hombres y mujeres afincados en las islas y riberas de nuestro majestuoso río Paraná.
Ya hace casi un mes comenzó la temporada de continuas y torrenciales lluvias en la zona donde nace el Paraná, en Brasil, por lo cual el casi medio centenar de centrales hidroeléctricas que deben sortear sus aguas antes de llegar a nuestra región, soportaron el aluvión de agua. Las cotas llegaron a los niveles máximos, motivo por el cual empezaron a abrir las compuertas e irremediablemente afectaron a nuestros isleños.
Sabido es que el pescador isleño lleva una vida de verdadero sacrificio, la arriesga constantemente y lucha todo el año. Aún así no cambiaría sus tareas por ninguna otra. Los que viven en las islas no las abandonan jamás como no sea por un corto tiempo y obligado por las crecientes que a veces le llevan en pocas horas casi todo cuanto tienen, haciéndolos remar angustiados hacia las costas seguras del río con su canoa cargada con su familia y unos pocos enseres personales indispensables.
Las mismas peripecias están enfrentando aquellos que se dedican a la agricultura o a la ganadería en pequeña escala, pues las últimas noticias hablan de las catastróficas situaciones que están enfrentando porque no tienen cómo trasladar el ganado a las costas seguras. Lo inevitable deviene en trágico.
Es por ello que hoy nos encontramos con una realidad cambiada por la intervención del hombre en el ecosistema, que a través de la deforestación y la necesidad de producir energía a cualquier costo, justamente aquellas personas que tienen una convivencia amigable con el ecosistema en nuestras islas y riveras, lamentablemente son quienes reciben el castigo de la naturaleza por tanta agresión.
Por Walter Gonçalves