Argentina avanza hacia el tramo final de un proceso electoral que se presenta como el más determinante de su joven periodo democrático. La población va a dirimir, por primera vez en sus últimos cuarenta años de democracia, entre dos modelos de gobierno que se presentan bien antagónicos, pero que prometen darle solución a los problemas estructurales.
En este marco, días después de la publicación de la inflación de octubre, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer el dato de la canasta básica del mes pasado. En ella quedó expresado que una familia tipo necesitó 345.295 pesos para no ser pobre.
En tanto, según el mismo relevamiento, se precisan 160.603 pesos para no caer en la indigencia. Cabe destacar que esos montos no incluyen, por ejemplo, el costo del alquiler de una vivienda. Entonces, “llegar a fin de mes” se vuelve inalcanzable para aquellos que costean su día a día con un salario mínimo, actualmente en 146.000 pesos.
Toda esta realidad impacta de lleno y profundiza aún más un flagelo de la pobreza.
De acuerdo a cifras brindadas por el Gobierno, en el primer semestre de 2023 representó al 40,1% de la población, es decir a 18,5 millones de personas… y creciendo.
En el primer semestre de 2022 había sido del 36,5%. En tres días tendremos una nueva oportunidad de elegir a quien consideremos el menos peor para manejar el rumbo del país por los próximos cuatro años.
Las propuestas están sobre la mesa y en apenas horas se apagarán las luces de una campaña electoral que, por momentos, se enfocó más en criticar al de enfrente que en mostrar un camino concreto y factible para cambiar el paradigma.
Desde el lunes, el que gane y toda la dirigencia tendrán la responsabilidad de comenzar a dar respuestas a toda una sociedad que se acostumbró a pagar por los platos rotos. Cabe esperar que estén a la altura y que no desperdicien una nueva oportunidad.