“El Manu Vaisvavata, el Dios Supremo para la Vedanta, el progenitor de la humanidad, creó la Tierra, completó su creación con los humanos y nos dio un desafío: aprender a vivir en grupo, en familia y relacionarnos”.
Con el paso del tiempo hemos aprendido más del arte de luchar, perfeccionándolo día a día antes que el arte de reconciliar y amar.
Qué curioso, siempre pienso cuando leo las escrituras sagradas que hay solo dos interpretaciones disponibles, a favor o en contra. Así como la vida es dual: día-noche, blanco-negro, bueno-malo, gusto-disgusto, así también es nuestra interpretación.
Lo curioso es que hayamos tomado el camino más doloroso, difícil, conflictivo y oscuro.
Estos son los tiempos de Kali, estos son los tiempos finales, estos son los tiempos del Apocalipsis y así leo y leo.
Estos son los tiempos de reconciliar, eso siento.
Estos son los tiempos de volver al origen.
Estos son los tiempos de volver al punto cero del error y permitirnos construir en vez de destruir, amar en vez de odiar.
Hablar en vez de ocultar.
Transformar en vez de luchar y oponerse, pero siempre digo: ¡el cambio es dentro!
No pidamos que sea el otro el que cambie.
No pidamos que sea el otro quien dé el primer paso.
Dejemos de mirar fuera, es tiempo. ¡Sí! es tiempo de que cada uno de nosotros podamos hacer un cambio desde lo profundo de nuestro ser.
¿Que el cambio cuesta? SI.
¿Que el cambio a veces es doloroso? SI.
¿Que requiere tiempo paciencia y tolerancia? SI.
Lo bueno es que cuando nos enfocamos en nosotros mismos, dejamos de mirar y reclamar fuera. Resguardemos nuestras energías para nuestro propio proceso y así en el camino iremos perdiendo algo y ganando algo.
Perdemos la piel vieja, al igual que la serpiente nos vamos desprendiendo de viejos hábitos y patrones tóxicos.
Ganamos paciencia, tolerancia hacia nosotros mismos, lo que nos permite aplicarla luego a nuestro entorno.
Así de a poco nos volvemos más respetuosos, tolerantes, compasivos.
Sí, primero comienza en tu propio jardín, en tu casa, con tu ego y personalidad, luego las fronteras se amplían en amor.
Cuando no hay agresión, los muros ceden porque te has vuelto inofensivo.
La guerra se construye dentro, pero el amor también.
¿Qué elegimos?
Ojo por ojo, es una opción.
“Lo siento, disculpa, somos iguales, yo también me equivoco”, sería la otra posibilidad.
Por Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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