La única verdad es la realidad. Recientemente, durante una de sus últimas apariciones públicas como presidente, Alberto Fernández brindó una entrevista y sembró dudas respecto de la forma en la que se elaboran los índices de pobreza.
“Creo que está mal medida”, dijo y argumentó: “Es que si hubiera semejante cantidad de pobres, la Argentina estaría estallada. No puedo entender cómo se concilia que haya 40 por ciento de pobreza y al mismo tiempo llevemos 37 meses consecutivos de creación de empleo registrado”.
Acto seguido, el mandatario pidió que se recuerde a su administración “como a un gobierno que de verdad soportó los cuatro peores años de la humanidad en este siglo, que soportó la pandemia, la guerra, la peor sequía y con una deuda impresionante y que heredamos un 54% de inflación, porque no es que teníamos la inflación en cero”.
Paradójicamente, la autodefensa del Presidente terminó siendo la antesala de un informe demoledor que describe la profunda crisis que hoy atraviesa el país. Según la última medición de la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza se ubicó en el 44,7% en el tercer trimestre del año, una cifra similar a la del 2020 y la más alta desde 2006, cuando fue de 41,2%. Además, cuando se mira la pobreza desde una óptica multidimensional, la universidad concluyó que 67% de la población al menos sufre una carencia.
A su vez, la inseguridad alimentaria severa -esto significa, gente que directamente no come- es del 27,1%, el nivel más alto desde 2004 salvo el pico del 36% de la pandemia del COVID-19.
En este marco, siguiendo con la medición de la pobreza multidimensional, la UCA detectó que el 67% de la población al menos sufre una carencia y el 28% se ve afectada por tres o más. En particular, el 35,7% de la población no tiene ningún acceso a la seguridad social y el 31,7% sufre carencias en la alimentación.
La situación excede a los daños provocados por la pandemia y la feroz sequía. Lo difícil entonces es conciliar los argumentos del Presidente saliente con los datos duros de la realidad. El contexto también es producto de las malas decisiones políticas y económicas.
Toda la dirigencia entonces está obligada a buscar la manera de torcer un rumbo y no debe haber más demoras en ese sentido. Encubrir la realidad ya no sirve de nada. Todos aquellos que no estén a la altura deben apartarse y es mejor que lo hagan en silencio.