A María Fernanda López su diagnóstico no la condicionó. Un estudio médico que daba cuenta de la existencia de un cromosoma más, un rasgo físico, un certificado médico con la leyenda “Síndrome de Down” no significaron un obstáculo para cumplir su sueño, estudiar y recibir su título de Técnica Profesional en Medios Audiovisuales y Fotografía.
Ahora, con 23 años, se prepara para el siguiente paso: obtener trabajo. Llevar a la práctica todo lo aprendido a cambio de una remuneración que le permita independizarse.
Los logros de Fer son resultado de su esfuerzo por superarse constantemente y el acompañamiento de su mamá, Mirian López, quien desde el momento que la tuvo en sus brazos por primera vez, se propuso luchar contra viento y marea para que su hija salga adelante.
Así fue. Primero, con muy poquitos días, masajes con aceites esenciales. A los pocos meses, estimulación temprana. Con el paso de las noches llegaron sus primeros tres añitos y las puertas del jardín se abrieron para ella. Pasó también la primaria y la secundaria, que la vio egresar en tiempos de pandemia. Una situación que no apagó la felicidad de familiares y acompañantes por los logros obtenidos.
“La escuela fue una experiencia hermosa, hice muchísimos amigos”, confesó Fernanda. Pasó el receso de verano y un nuevo mundo, la Facultad de Arte y Diseño, la Universidad Nacional de Misiones, se rindió ante ella, ante su coraje y su fuerza, ante sus veinte años que la invitaban, como a todos, a trasponer fronteras. Por supuesto, nunca faltó el acompañamiento de su gran pilar, su mamá, a quien desea ver orgullosa, porque entiende que “aunque siempre lo esconde, sufrió mucho por todo lo que me pasó”.
El primer año de la tecnicatura en Medios Audiovisuales y Fotografía fue online, el COVID aún estaba muy latente. Pero desde un primer momento contó con el apoyo de la diseñadora gráfica Morena Olivera, que, como ella, cursó la carrera; de Juan Zaleski, técnico en Medios Audiovisuales y Fotografía, con quien reforzó todos los contenidos relacionados a la toma de imágenes y edición; y la psicopedagoga Belén Zaleski.
A ellos, se sumaron los compañeros, quienes tienen el mejor de los conceptos de Fernanda y encontraron en ella una amiga. Es que, como contó Alejandra, también estudiante de la tecnicatura, tiene la capacidad de leer a la gente, de ver un poquito más allá, “de sacar la ficha, no importa si se trata de un compañero o un docente”, lo que le permite lograr otro tipo de vínculo, nada superficial.
Tres años le demandó la carrera a Fer. El tiempo estipulado en la currícula. Y aunque a muchos les cueste creerlo, no contó con privilegios. Cursó cada día tal lo previsto para todos, Morena fue su “ayudante” para tomar apuntes. Luego de cada clase, le pasaba una foto de lo apuntado, con la que completaba las líneas que su motricidad fina le habían permitido escribir. Fue una guía. Pero cada trabajo práctico, parcial y final, fueron fruto de su preparación. Para ella no hubo sábados ni domingos. Su agenda siempre estuvo completa, clases, apoyo, psicopedagoga, gimnasio…
Es que a Fer la moviliza la pasión: “Me apasiona sacar fotos, quiero sacar fotos de países, hacer videos, TikToks”, contó.
Alejandra, Victoria, Camila, Gabriel, Morena, Cristina, Analuz y Micaela conformaron su grupo de trabajo, “Imagina Producciones”.
Junto a ellos trabajó en dos grandes filmes, “Fernanda. Estudiante Universitaria”, un documental sobre su paso por la universidad; y “Abuela”, una ficción en la que narra la relación que tuvo con la madre de su mamá. Una mujer que “me dejó una gran enseñanza, ‘siempre voy a salir adelante y cumplir mis metas’”, confió Fer.
Trabajos que la catapultaron al éxito entre los estudiantes, porque reflejan con simpleza y gran profesionalismo lo que significa estar en los zapatos de Fernanda López.
Obviamente, la obtención del título se celebró con huevos, harina y caravana por el centro obereño, como la tradición lo estípula. Festejo que a más de uno erizó la piel y llevó a derramar alguna lágrima de emoción. Es que la Capital del Monte aún preserva un poquito “de pueblo” en sus entrañas, donde de alguna forma, directa o indirectamente, todos se conocen y forman parte de la historia de todos. Luego, una gran cena en compañía de familiares y amigos.
La vida por delante
Fernanda fue al jardín, a la primaria, a la secundaria y, aunque muchos lo creyeron imposible, a la universidad. Primero, fueron las aulas del Instituto Privado Carlos Linneo, luego, la Facultad de Arte y Diseño. Por supuesto, no todo fue color de rosas, porque la vida no lo es. En el camino hubo, seguramente, más lágrimas de frustración que de emoción, pero su espíritu de lucha la impulsó a la meta. Carácter que, sin duda, heredó de su mamá, que, con arrojo y determinación, el día que supo su diagnóstico se aferró a salir adelante, aunque significó dejar mucho en el camino, incluso a San Vicente, para instalarse en Oberá, donde tendría mejores oportunidades. Y hoy agradece, tanto a quienes la acompañaron en este camino, como al IPS, que estuvo presente siempre que lo requirió.
La constancia de su mamá, desde el primer momento que la tomó en sus brazos, el acompañamiento de quienes estuvieron a su lado a lo largo de sus 23 años y su voluntad por superarse, llevaron a Fernanda a vivir uno de los momentos más emocionantes de la vida, la obtención de su título.
Hoy, tiene un nuevo horizonte. Insertarse en el mundo laboral. “Trabajar”, ese es su objetivo, porque “quiero vivir sola, mantenerme sola, aprender a estar sola”, dijo y, una vez más, repitió “quiero que mi mamá esté orgullosa de mí porque sé por todo lo que tuvo que pasar y todo lo que sufrió”.
En palabras de Eduardo Galeano, Fer “brilla con luz propia entre todas las demás… Es un fuego loco que llena el aire de chispas… que arde la vida con tanta pasión que no se puede mirarla sin parpadear y quien se acerca se enciende”.
La verdadera inclusión, “se ve en la cancha”… Ojalá para Fernanda López existan unos ojos capaces de observar más allá de un rostro.