Los bisabuelos-abuelos se llamaban: Georg Friedrich Plocher y Margarethe Elisabeth Leicht. Vivían en un pequeño poblado llamado “Holzhausen” ubicado en la provincia alemana de Baden – Württemberg, próximo al río Neckar.
La hija mayor del primer emigrado a Montecarlo, Jakob Plocher – Anna Götz, se llama Mariane Luise Plocher nacida el 20 de marzo de 1928, en Montecarlo, y con sus 95 años sigue viviendo en esta localidad. Está casada con Alfons Löffler (97), nacido en Alemania el 14 de abril de 1926; y residen cerca de la terminal de ómnibus.
Los hermanos fueron nueve, de los siete primeros hay una foto con sus padres de los años 1908 o 1909 en Alemania (ver foto arriba): atrás la abuela y el abuelo. Al lado de este Georg (1895); al lado Marie (1896); el primero a la derecha Karl Friedrich (1901), el primero a la izquierda Jakob (1898), la tercera de la izquierda Else (1904), el segundo a la derecha en el regazo Johannes (1907), en el medio Reinhold (1905). Todavía no habían nacido Erhard (1910) y Gretel (1913).
Tras el fallecimiento de su padre, en 1939, en un accidente automovilístico después de mejorar su salud en Alemania, su madre decidió viajar con los cinco hijos para conocer la tumba. Los sorprende la Segunda Guerra Mundial, todos fueron repartidos con familiares, vivió dos años con sus abuelos, e hizo de ellos los siguientes relatos, escritos en 2003.
“Para esa época era una costumbre que cuando el novio buscaba novia en otro pueblo, como era en este caso, la abuela era de la localidad vecina de Bergfelden, los niños de la escuela tendían una soga que cruzaba la calle, y así el novio debía dar monedas a los niños, desparramándolas por la calle. Nuestros abuelos eran personas sencillas, campesinos trabajadores. Los dos estaban muy ligados a la iglesia, donde el abuelo fue tesorero durante 48 años. Después de la misa contaba la ofrenda, y lo anotaba en el libro de la iglesia. A esto quiero agregar que yo siempre debía ayudarle, todo el tiempo que viví con ellos. Él decía que el contar debe ser justo y correcto. Para ir a la iglesia vestía una camisa blanca con el cuello y pechera almidonada; yo lo consideraba demasiado rígido”.
La abuela usaba solo vestimenta negra. Pollera larga, blusa con mangas largas y un delantal, y así todos los días del año. Durante la semana usaba sencillas pañoletas en el cabello, pero para los domingos era una pañoleta con puntillas, que quedaba muy noble. La abuela era una mujer bajita y tierna, muy trabajadora, a la noche se pasaba tejiendo medias. Ella era severa, en cambio el abuelo con los mismos conceptos, lo decía con tono más suave. Les quiero contar que los quería. La abuela era la encargada de transmitirle las noticias ocurridas durante la semana al pastor, como, por ejemplo, el nacimiento de un bebé, una persona que se enfermó. Porque él venía caminado desde el otro pueblo, llamado Sulz. Todos los domingos iba a la casa de la abuela y ahí contaba las últimas noticias, le esperaba con una taza de café caliente y una tajada de trenza de levadura- Hefezopf-. Abuelo también preparaba las flores para el altar, después ese ramo era llevado a un enfermo con el saludo de la abuela. A la noche, abuela rezaba en la cama, en voz alta, yo escuchaba, porque dormía en el dormitorio de al lado, rezaba por todos sus seres queridos, y también por los que vivían en la Argentina, terminaba diciendo Amén, y si no venía el Amén del abuelo, ella llamaba ¡padre!, y ahí contestaba con Amén. Yo pienso que él, muchas veces ya estaba dormido”.
¿Cómo comenzó la historia de los Plocher en Montecarlo?
El 10 de abril de 1923 Jakob llegó a Montecarlo, vivió y trabajó en la casa- chacra de los Meier -en el lote Nº 01 de la Línea Aterrada-, a los que conocía de Alemania. Allá tenía la profesión de jardinero. Al poco tiempo decidió comprar el lote Nº 11 de la Línea Aterrada.
Durante algunos días de la semana iniciaba en una parcela cerca de una naciente de agua, la limpieza con machete y a talar con hacha los árboles de la selva misionera. El trabajo era duro, como el de todos los inmigrantes sin dinero. Es un comienzo de la nada. Plantó el primer maíz, porotos, mandioca. Como únicos acompañantes tuvo a numerosos mosquitos, mbarigüíes, moscas, y por suerte una gran cantidad de pájaros propios de Misiones, variedades de loros, tucanes, palomas, zorzales, los que sirvieron de estímulo, lo animaban y alentaban en el trabajo con sus distintos tonos, haciéndole más llevadero todo, y recordándole a algunos a su patria lejana. Con entusiasmo cortaba tacuaras, troncos y hojas de palmeras para construir junto a una fresca veta de agua naciente, el primer rancho. Al finalizar la jornada de labor en ese día tan especial observó con satisfacción la construcción realizada y regresó a descansar en la casa de los Meier. Durante la noche se produjo una de las típicas tormentas subtropicales con viento y agua. A la mañana siguiente al querer admirar su primera y propia residencia en la América soñada, quedó sorprendido, las ráfagas de viento habían tumbado una palmera, que cayó sobre el rancho finalizado horas antes. Lo reconstruyó. Esas dificultades templaron más los ánimos y con mucha fe, no decayó el entusiasmo y el Norte era seguir adelante.
El 20 de mayo del 2000 se hizo en la localidad alemana de Bergfelden -lugar del nacimiento de la abuela- un encuentro de los familiares Plocher, con cerca 150 participantes. Al evento asistieron cuatro referentes de Montecarlo, uno de España y una de Estados Unidos.
Jakob había nacido el 30 de abril de 1898, con 25 años llegó a Montecarlo y enseguida se dedicó a los duros trabajos de la chacra, macheteando la selva cerrada, y cortando una gran cantidad y variedad de árboles nativos. Se dio cuenta que, para realizar muchos trabajos, había que estar entre dos, por ejemplo, para cortar madera con la tronzadora. Por ello decidió enviar una carta a sus padres, pidiendo que envíe a uno de sus hermanos. El que vino es Karl Friedrich nacido el 30 de junio de 1901 y llegado a estas tierras el 23 de noviembre de 1923, viven los dos en una casa mejorada, van progresando. Ello permitió realizar mejores construcciones, como ser galpones, y parte de estos destinados a vivienda y establos. Los tirantes y postes eran labrados en su totalidad a mano con hachas y hachetas, y el techo era cubierto con tejas de madera dura labrados por ellos. Las paredes fueron cerradas con tablas rajadas de madera como el samohú y otros. Con el tiempo se dan cuenta que aparte de tener que cocinar todos los días, hasta de noche, la ropa se iba destruyendo muy fácil, por ello nuevamente envían una carta, para que envíen a una de las hermanas. Es Else, nacida el 9 de septiembre de 1904, la que llega el 14 de agosto de 1926 y realiza las múltiples tareas domésticas, aparte también en la chacra. Ya tenían gallinas, cerdos y plantaciones de maíz, mandioca, poroto, zapallo, tabaco y también se inició la plantación de pasto para los potreros.
Karl Friedrich compra su propio Lote, el Nº 23, con 26 hectáreas por $1.841, ubicado del otro lado del arroyo Aterrado, y en forma conjunta los hermanos ayudaron a realizar los trabajos de limpieza, las primeras implantaciones de maíz, poroto, tabaco y pastos.
Era tiempo en formar matrimonios. En junio de 1927 llegó Anna Götz de Alemania, se casó con Jakob el 30 de junio de 1927. En 1929 Karl Friedrich y Else se fueron a vivir a la chacra-casa del primero, si bien la casa no estaba del todo terminada, pero ya se usaba las tres cuartas partes para colgar el tabaco para su secansa y el resto fue destinado para vivienda.
El 3 de junio de 1930 llegó Elsa Lidya Plocher, de Holzhausen, Alemania, de la casa vecina, con el mismo apellido, sin ser familiar y se escribían por cartas. Se casaron el 21 de junio de 1930. También una semana después, el 28 de junio se casó Else con Carlos Kimmich.
El 5 de diciembre de 1930 llegó el menor de los hermanos varones Erhard Emanuel, quien ayudó durante un año a los dos hermanos. Se casó el 30 de agosto de 1935 con Elfriede Sütterlin.
Del matrimonio de Jakob nacieron cinco hijos, de los cuales viven cuatro. Del matrimonio de Karl Friedrich nacieron seis hijos, de los cuales viven tres. Del matrimonio de Else, nacieron nueve hijos, de los cuales viven tres. Del matrimonio de Erhard nacieron siete hijos de los cuales viven tres.
Los años fueron transcurriendo, hubo progresos en todas las familias, se festejaban lo casamientos, los bautismos, las confirmaciones, y los cumpleaños reunían a familiares y vecinos, muchas veces al aire libre, bajo un gran paraíso u otro árbol, después de saborear un rico asado, llegaba el momento del canto con canciones folclóricas alemanas, acompañado del vino casero de propia producción. Los hijos finalizaban los estudios primarios, otros muchos siguieron estudios universitarios, con el título ejercieron en su localidad de nacimiento, otros en la provincia y otros en provincias argentinas- también algunos mostraron sus capacidades adquiridas en el exterior.
Llegó el año 1990 con el deseo de reunir a todos los familiares y descendientes de los cuatro llegados en distintos años a Montecarlo. Así el 12 de abril de 1990 se realizó el Primer Encuentro de las Familias Plocher. Se vuelve a repetir el Segundo Encuentro de las Familias Plocher el 26 de julio de 1992. Un Tercer Encuentro de las Familias Plocher se hizo el 17 de abril de 2003. Un Cuarto Encuentro de las Familias Plocher tuvo lugar el 26 de diciembre de 2010 y ahora surgió el Quinto Encuentro de las familias Plocher durante la jornada de ayer, 30 de diciembre de 2023. Este último en adhesión de los 100 años de la llegada de los dos primeros Plocher: Jakob y Karl Friedrich, también de Else y Erhard Emanuel.
La prima mayor
Mariane Plocher (95) y su esposo Alfonz Löffler (97) llevan 76 años de casados y residen en la Capital de la Orquídea. Contó que nació en marzo de 1928 y que su niñez en Línea Aterrada era muy linda. “Vivíamos en una casa chiquitita, precaria, pero era nuestro hogar. Mamá no tenía cocina sino un fogón para el que se juntaba leña para calentar la comida. Aunque teníamos un papá enfermo, siempre había solución. Era un lindo tiempo, que recuerdo con cariño. Tenía un papá excelente y una madre ejemplar”, manifestó.
Dijo que a la escuela iba caminando por picadas del monte y, más tarde, de a caballo, en compañía de vecinos que “eran el doble más altos que yo”. En 1939 la familia viajó a Alemania y ese mismo año empezó la Segunda Guerra Mundial, por lo que debieron permanecer por un buen tiempo. Pudo apreciar la caída de bombas y el constante sonar de las sirenas que los invitaban a bajar al sótano. A pesar del paso de los años, Mariane entiende que “la humanidad en general no aprendió nada porque hoy en día continúan las guerras. Es algo que no me entra en la cabeza”.
Regresó a Montecarlo después de más de diez años junto a su esposo, “que fue lo mejor que podía traer”.
Colaboración: Juan Plocher – Montecarlo