Se multiplican los servicios de transporte urbano e interurbano de pasajeros que modifican las prestaciones sin ninguna advertencia previa y perjudican enormemente a los usuarios que dependen de estos para poder trasladarse de un lado a otro.
Sin dudas que la peor etapa la están viviendo quienes viajan con el Grupo Z en Posadas, Garupá, Candelaria y Oberá, donde las frecuencias son menos qué mínimas, haciendo que ni siquiera los inspectores pueden dar certezas de los horarios en que circulan las unidades.
En Eldorado, el último de los casos conocidos, directamente por la noche no prestaron más servicios. Allí y en Oberá por lo menos reaccionaron los intendentes Rodrigo Durán y Pablo Hassan, respectivamente, intimando a las empresas a “normalizar” las prestaciones, aunque los resultados de este intento no fueron los esperados todavía.
Los municipios amenazan con multas pero, después y aunque los Concejos Deliberantes pidan las actuaciones, se sabe que no existen y que no pasan de meros declaracionismos del momento de mayor enojo de la sociedad. En el Sistema Integrado Metropolitano de Posadas, Garupá y Candelaria, todo es “dejar hacer” sin importar cuánto afecte a las personas y con excusas varias. Comenzando con los pedidos de boletos por encima de los $1.000.
Todos los misioneros saben que, más pronto o más tarde, se terminarán los subsidios y subirán los boletos. Y también saben que, aun con los boletazos constantes, las prestatarias no mejoran sino que -por el contrario- siguen de mal en peor. Por eso hay resistencia a que les otorguen subas sin exigirles mejoras.
Aprovechando que hay poca movilización de pasajeros reclamando, parece haber crédito para no cambiar el camino.