El 37º Curso de Introducción a la Teología y Cultura Ucraniana, organizado por el Instituto “Patriarca Josyf Slipyj” dependiente de la Eparquía de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana en Argentina, culminó el martes en esta localidad, con la asistencia de 32 jóvenes de distintos puntos del país.
Durante quince días, las actividades se desarrollaron en el predio de la Iglesia San Pedro y San Pablo, y consistieron en clases teóricas y prácticas; charlas y medios audiovisuales, juegos de integración, excursiones, y Divina Liturgia y oraciones. Durante esta oportunidad la enseñanza estuvo a cargo de los docentes: Mariana Pezuk, Natalia Koroluk, Tatiana Poplawski, Víctor Basterretche, Gabriela Pezuk, Diácono Marcos Rozicki, Liliana Schwiderke, Jorge Luis Gómez, Irina Ferreyra, Lic. Carlos Titus Peczak, Renato Kurrle y el seminarista Ezequiel Detteren. También los sacerdotes Marcelo Klekailo y Nazariy Kashchak, y las religiosas de la Orden de San Basilio Magno (OSBM), Adriana Barszczuk y María Elena Dutka.
Según los protagonistas, los días aquí pasaron rápido, y el intenso calor, que se registra prácticamente todos los años, fue un generador de emociones. El “sabor a más” se manifestó también en esta oportunidad, como sucede hace 33 años, al finalizar cada encuentro de dos semanas que fue bautizado como “ucrainística”.
Llamado a aprender
Al término de las actividades, el director del curso, el sacerdote Nazariy Kashchak, explicó que la enseñanza de la cultura, idioma y la teología ucraniana “implica defender ese valioso tesoro que trajeron nuestros abuelos desde su patria amada, Ucrania. A pesar que el país está pasando por una situación desesperante, entendemos que la cultura es una herramienta poderosa para resistir los efectos de la guerra y para mantener viva la esperanza de un futuro mejor”.
Indicó que los conocimientos impartidos “siempre fueron recibidos con mucha fuerza y entusiasmo por los estudiantes” y que el hecho que “el país se encuentre en guerra actualmente nos llama a todos a aprender y, además, a dar a conocer y a defender las tradiciones, el idioma y la cultura”.
De acuerdo a lo expresado por el padre Kashchak, “a pesar de que existe desinformación sobre la situación real y actual de Ucrania en los medios de comunicación, los participantes del curso mostraron interés y atendieron a todos los conocimientos que pudieran adquirir en estas dos semanas. También recibieron la orientación para poder interpretar todo lo que suceda”.
Insistió con que el propósito es también aquí “marcar y destacar la importancia de la información que debe llegar a los chicos que vienen a estudiar la cultura, el idioma, materias humanísticas, filosóficas y teológicas, que tengan el conocimiento y la apertura, sobre la magnitud de la guerra que sucede en Ucrania”.
Difundir y fomentar
El objetivo del curso desde sus comienzos, hace 37 años, sigue siendo el mismo: “Difundir, fomentar y defender una cultura milenaria y un idioma con historia como lo es el ucraniano, en base a los valores religiosos de la Iglesia Greco Católica Ucraniana”, dijo Kashchak, quien desde hace quince años ejerce en la Argentina y es párroco de la Catedral Santa María del Patrocinio en Buenos Aires.
Acompañado del director Académico, Víctor Basterretche y de la secretaria, Irina Ferreyra, sostuvo que, en Argentina, la Eparquía Greco Católica Ucraniana se encuentra en contacto constante con sus feligreses y trabaja conjuntamente con el Instituto de Cultura y Educación Ucrania “Patriarca Josyf Slipyj” que es el encargado de desarrollar el curso año a año tiene lugar en esta localidad “por la comunidad y por la tradición que proviene de años”.
Se desempeñaron como docentes: Mariana Pezuk, Natalia Koroluk, Tatiana Poplawski, Víctor Basterretche, Gabriela Pezuk, Diácono Marcos Rozicki, Liliana Schwiderke, Jorge Luis Gómez, Irina Ferreyra, Lic. Carlos Titus Peczak, Renato Kurrle y el seminarista Ezequiel Detteren. También los sacerdotes Marcelo Klekailo y Nazariy Kashchak, y las religiosas Adriana Barszczuk y María Elena Dutka.
Según el religioso, los jóvenes que asisten al curso “deben ser conscientes de que su participación en este encuentro implica cierto sacrificio, entrega y compromiso, teniendo en cuenta que son dos semanas de estudio intensivo y en el que conviven con personas de diferentes puntos del país que convergen aquí para aprender, renovar sus conocimientos y enseñar lo que saben”.
Si bien se cobra una inscripción para sortear los gastos que significa la permanencia durante quince días, desde la organización señalaron que “esa contribución no es suficiente para afrontar los gastos de alimentación durante las jornadas en las que se lleva a cabo el encuentro, por lo que siempre es necesaria y bienvenida la colaboración de personas de buena voluntad y de instituciones públicas y privadas que acercan su ayuda”. La comunidad de la iglesia “San Pedro y San Pablo” de Leandro N. Alem respondió una vez más a esta iniciativa, que fue un trabajo de muchas manos, que se espera “continúe por mucho tiempo más y que contribuya a la paz”. A pesar del paso de los años, el sacerdote se sigue sorprendiendo “por la organización de los ucranianos que aman su cultura, como esos chicos que vienen aquí a estudiar sobre sus antepasados, y lo que ellos trajeron de tierras lejanas”.
Experiencia inolvidable
Los participantes saben que las actividades aquí son intensas, que hay que levantarse temprano y que no hay mucho tiempo para el disfrute, pero aun así apuestan a participar de “ucrainística” donde desde el primer día se fomenta el compañerismo y la amistad que, en ocasiones, se fortalece con el paso del tiempo. Tal es así que el último día, la despedida se torna complicada para muchos. “La verdad es que fue una experiencia increíble y, como dice el dicho, el saber no ocupa lugar. Mi abuelo, Basilio Argentino Lesiw, siempre me inculcó a aprender la cultura ucraniana que, desde chiquito, me llamó mucho la atención. Ahora entiendo que es importante conocer nuestras raíces y no olvidar la cultura de nuestros antepasados”, manifestó Gonzalo Kalanavicius, que cursó el primer año del curso, proveniente de Concepción de la Sierra.
El profesor Titus señaló que “una vez más, gracias a Dios, pude participar del curso, como lo hago desde enero de 1990, con los primeros directores: el Dr. Miguel Wasylyk y las licenciadas María y Eugenia Lytwyn. A lo largo de su historia cada uno de estos cursos de verano tuvo sus características particulares y solo dejaron de dictarse durante la pandemia”. Recordó que “todos los años tienen una entusiasta participación” y que “en la mayoría de los casos los jóvenes regresan porque el clima que se genera entre ellos es de una sincera amistad. Lo mismo sucede entre los profesores. Cuando se acerca enero se renueva el compromiso de acompañar a los entusiastas jóvenes en los desafiantes veranos misioneros”. Antes de la desconcentración, los organizadores agradecieron a la comunidad, especialmente al equipo de cocina, dirigido por la Hermana Rosana e integrantes de la Comisión Económica y a los laicos comprometidos.