De asegurar que antes de subir un impuesto se cortaba un brazo, a reponer Ganancias.
De prometer una lucha abierta contra la casta política, a nutrir su gabinete con exfuncionarios a los que defenestró.
De asegurar que el Estado es una máquina burocrática que atenta contra el desarrollo colectivo, a elaborar meganormas por las que termina negociando… con la casta.
De prometer darle fin al histórico ahogo impositivo de décadas, a presentar una Ley de Bases y un DNU cuyos contenidos no tienen una sola propuesta en ese sentido.
Hoy seguimos pagando los más de 130 impuestos que pagábamos antes de Javier Milei, solamente que ahora son más caros.
Hoy integran el Gobierno muchos exfuncionarios y funcionarias por los que justamente la sociedad se hartó y terminó votando a Milei.
Hoy la inflación sigue siendo asfixiante al igual que en las últimas décadas.
A estas alturas de la columna, y para tranquilidad de quienes lo sopesan, cabe aclarar aquello de que va poco tiempo y que es imposible dar vuelta la historia después de tantos años de malas decisiones. Pero si de decisiones se trata, entonces cabe cuestionar por qué siguen el mismo camino por el que los anteriores fracasaron.
Por qué intentar bajar la inflación aniquilando el consumo.
Por qué entregar convicciones para terminar gobernando de la mano de los que ya fracasaron y nos hicieron fracasar.
Por qué no se incluyó en el DNU o la Ley Ómnibus la eliminación de al menos un impuesto.
En 2016, cuando quizás aún no imaginaba que sería Presidente, Milei cuestionaba a Mauricio Macri por el Impuesto a las Ganancias. Escribía entonces sobre “la voracidad de los parásitos de la corporación política” y le apuntaba el entonces mandatario por haber subido Ganancias cuando en realidad había prometido eliminar ese impuesto.
En el párrafo anterior quedan desnudas varias de sus inconsistencias, como las descriptas más arriba. Aunque la más dolorosa y elocuente para los ciudadanos que no son parte es, sin dudas, aquella de que el ajuste lo iba a pagar la clase política.