“¿Y ahora tía Isa, a quién, cuándo, cómo…?”. Ayelén tiene 16 años y ayer al mediodía le repetía la pregunta a la tierra y flores que cubrían el cajón, a poco más de un metro profundidad, de Ramona Isabel Morínigo, la madre de 39 años y tres hijos que fue asesinada, rociada con alcohol y prendida fuego hace una semana en su vivienda en el barrio San Onofre de Posadas cuando discutía con su pareja de 34, el mismo que -también ayer y minutos antes de la despedida de la víctima en el cementerio municipal- fue indagado por femicidio y lanzó la coartada del “yo no fui, ella se autolesionó”.
La sobrina de Ramona Morínigo necesita saber quién la va a ayudar y contener como lo hacía ella. Pero antes quiere saber si el femicidio de la “Tía Isa”, tendrá esclarecimiento y condena conforme a derecho.
Jonatan Jordan Campedo Páez fue llevado nuevamente al Juzgado de Instrucción 1 de Posadas (avenida López Torres casi Mitre) para ser indagado por “homicidio agravado por la convivencia” (artículo 80 del Código Penal Argentino). El martes pasado se abstuvo de responder cuando lo interrogaron por el mismo delito pero en grado de tentativa.
El viernes a las 3 se confirmó el fallecimiento de Ramona. Ya no soportó las quemaduras e infecciones que produce el inhalar aire y humo caliente, monóxido de las llamas que le encendieron en la cara y pecho durante la madrugada del domingo 18 de febrero.
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Campedo Páez ante el juez Marcelo Cardozo decidió hablar ayer y su coartada fue sintética: “Yo no fui, ella se autolesionó con alcohol y fuego (…) Siempre me amenazaba que se iba a matar quemándose. Era muy celosa y yo estaba siempre con ella porque tenía miedo que ella se lastime”.
Su versión contrasta con las voces de testigos que oyeron y observaron el ataque. El más directo fue uno de los tres hijos de Ramona, de 15 años quién ratificaría judicialmente y en Cámara Gesell, durante los próximos días, su relato que contiene detalles de la manera en que el novio o pareja de su madre toma una botella de alcohol y completa el ataque con un encendedor.
El menor también habría visto y escuchado a Ramona gritar con la piel quemada: “Me quiso matar, él me quiso matar”.
Los datos restantes coincidirían con lo aportado por vecinos y familiares que oyeron la pelea y las amenazas que habría protagonizado Campedo Páez.
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“Ella se amaba”
Sergio Gómez (45), hermano de Ramona Isabel, dialogó con PRIMERA EDICIÓN al finalizar el entierro. Abrazado a su madre, Marta Ferreyra, y a uno de los hijos de la víctima del femicidio, resumió la descripción de los últimos días y lo que esperan para los próximos: “Queremos que esto se aclare, pedimos justicia por Isa, así la llamábamos y la conocíamos todos en el barrio. Buscamos justicia”.
Sobre la declaración de Campedo Páez admitió con sorpresa enterarse de la coartada suicida: “Comenzamos a escuchar a varias personas de la familia de Páez que sostienen que ella se prendió fuego sola. Eso no fue así, no hay ninguna duda que ella era incapaz de hacerse daño. Él estaba ebrio o alcoholizado y la atacó en la pieza de ellos y los chicos estaban cerca”.
Sergio remarcó que la tragedia para ellos continúa: “Los tres perdieron a la madre. Tienen al resto de la familia que los van a cuidar pero se quedaron sin madre, prácticamente huérfanos y tienen 17, 15 y 12 años”.
Y resaltó que su familia no actúa con resentimiento: “Queremos que pague lo que corresponda, lo que diga la Justicia en juicio. Pero no solo por una sentencia sino para evitar que se repita con otra mujer”.
“Isa no tenía nada material, era una mujer pobre pero gente que la quería le sobraba, porque era muy buena. Tenía corazón y voluntad por ayudar a todos, para resolverte problemas, si no tenías para el pasaje al centro, ella te acompañaba a pie para que no te sientas mal o solo, le sobraba humor y cariño”.
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“Cuando la atacaron y aún quemada mientras esperaba que la lleven al hospital ella le dijo a la madre y a los hijos: ‘No te preocupes mamá, no se preocupen los chicos’. Era muy fuerte como mujer, pensamos que iba a sobrevivir”.
Marta Ferreyra observaba y besaba la imagen de su hija en un papel tamaño a A4. Sin marco la foto porque apenas les alcanzó el dinero para imprimir: “Yo solo pido justicia para mi hija. Justicia terrenal y divina. Yo sé muy bien que ella no se iba a lastimar sola, no se iba a tirar alcohol y quemar. Ella era una mujer que se amaba, lo repetía: ‘Yo soy así, este mi cuerpo y así me amo y me quiero’. Isa no se mató, estaba empoderada, amaba a sus hijos y a su vida”.