El 4 de marzo iniciamos una nueva etapa en la vida de cientos de niños y jóvenes que comienzan el año de estudios con grandes proyectos e ilusiones, en medio de las difíciles situaciones que estamos atravesando como sociedad y país. A pesar de las adversidades, es una gran oportunidad para agradecer a Dios por el regalo de este nuevo año escolar que nos llena de esperanza, ánimo y entusiasmo. Por eso, es importante reflexionar sobre el valor de la formación integral de nuestros niños y jóvenes, quienes serán los protagonistas del cambio en nuestra sociedad.
En primer lugar, debe reinar en nuestro corazón un espíritu de alegría y gozo, al volver a las aulas y al reencuentro de personas, es decir la tan apreciable y necesaria socialización. En este sentido, la escuela constituye uno de esos lugares de encuentros significativos, lleno de aprendizajes valiosos. Encuentros que permiten la construcción de conocimientos y aprendizajes que se adquieren juntos, como comunidad. La presencia de unos y otros nos enriquece, fortalece, forma y enseña.
La educación, nos regala la gran oportunidad de construir el futuro entre todos. Centenares de niños, adolescentes, jóvenes, familias, docentes inician la construcción de una nueva sociedad para que puedan afrontar los desafíos del mundo moderno. A pesar de tantas situaciones adversas que nos trae la crisis económica, el trabajo mancomunado nos fortalece y hermana.
Nuestro querido papa Francisco, en uno de sus mensajes nos anima a “reconstruir el pacto educativo global”; para renovar la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Qué bueno poder iniciar este año escolar, asumiendo el desafío que nos plantea nuestro Papa: “Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia, que nos permita formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.
La educación es un compromiso de toda la sociedad, más allá de que los docentes son los expertos en el área de la didáctica, todos debemos comprometer nuestro esfuerzo para acompañar a los niños y jóvenes en su formación. Así nos recuerda nuestro querido papa Francisco, el compromiso social que implica la tarea educativa, citando el proverbio africano que dice: “para educar a un niño se necesita una aldea entera”.
La educación integral requiere una sana alianza entre todos los actores sociales: docentes, alumnos, familias y la sociedad civil entre el mundo tecnológico y el mundo artístico, entre el pasado, presente y futuro…con el compromiso de todos.
Y es así que el compromiso con la educación, nos llama a la creatividad y responsabilidad, para que toda acción educativa que se proponga, sea una propuesta de transformación social a largo plazo. Una alternativa que nos ayude a sostener una educación de calidad, preparando a las personas con capacidad de escucha, diálogo y reflexión, capaces de ser el verdadero fundamento del futuro de la sociedad.
El sistema educativo es un espacio de humanización, apoyado en el servicio desde el amor, que es la base de toda convivencia social. Como nos recuerda el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio de la Educación: “La educación es un acto de esperanza. Los educadores deben asumir el riesgo de educar, de amar, de mirar hacia el futuro. Un educador nunca es pesimista, porque el pesimismo por parte del educador, conduce al desastre para el alumno”.
Que emprendamos este ciclo escolar 2024 con alegría y esperanza, agradeciendo a Dios por esta hermosa misión que tenemos para lograr una sociedad rica en valores y conocimientos.
¡Dios bendiga este nuevo inicio!