El del viernes pudo haber sido el último día del Congreso argentino… el presidente Javier Milei evidenció que está dispuesto a gobernar a golpe de DNU, sin la intervención del Poder Legislativo.
También, aunque a su forma, mostró cierta apertura al diálogo, pero siempre según sus condiciones y formatos. Dejó al descubierto una fuerte desconexión con la realidad al afirmar que la desregulación de los alquileres repercutió en una baja de los valores.
Su primera presentación ante la Asamblea Legislativa tuvo altos y bajos. Su reprimenda a la dirigencia política por el estado de la Nación fue acertada y evidenció que la crisis en proceso es producto de mala praxis política y de irregularidades manifiestas.
Pero su aplicación práctica de las soluciones evidencia también su impericia política y falta total de empatía con los argentinos. En ese sentido, finalmente anunció reales medidas de ajuste contra la “casta política”, pero lo hace tres meses (días menos) después de hundir a millones de argentinos en la pobreza.
La devaluación, por citar apenas una de las medidas, significó la caída de decenas de miles de familias. Lo mismo ocurrió al liberar los precios sin impulsar los salarios.
Sigue prometiendo bajar la inflación y subir el empleo, pero ninguna de las medidas aplicadas hasta hoy van en ese sentido. Celebrar una inflación del 15% después de haberla llevado al 25% no es triunfo… es derrota.
También evidenció que no se sonroja por sus propias inconsistencias. Atacó de frente a la “casta empobrecedora”, pero omitió que muchos de sus integrantes lo acompañan hoy en su gobierno. Y no se trata nada más que de los de Juntos por el Cambio (Bullrich, Macri, Caputo, Sturzenegger, etc) sino también de los del gobierno anterior: Lavagna, Scioli, Yanina Martínez, por citar algunos nombres.
Milei habló de un pacto que privilegia la propiedad privada y al equilibrio fiscal. Se vanagloria de encabezar un nuevo acuerdo fundacional para la República Argentina. Pero su documento no habla de salud, educación, jubilados, pobreza o alguno de los otros grandes males de Argentina.
Fue un discurso de fuerte tono político, pero vacío de contenidos para los argentinos que seguirán esperando alguna buena.