La herida de humillación crea una máscara, con la cual nos identificamos a lo largo de nuestra vida y sirve para protegernos del profundo dolor que deja esta herida en nuestro ser.
La máscara de la herida de humillación es la del masoquista.
¿Sentís vergüenza de tu cuerpo, de tu aspecto o de tus modales? ¿Escoges parejas que te humillan? ¿Te sentís culpable por permitirte determinados placeres? ¿Lo haces todo por los demás y nunca te lo valoran? Entonces, posiblemente, arrastres la herida de humillación.
En el caso de la herida de humillación suele surgir cuando el niño adquiere cierta autonomía sobre su cuerpo al aprender a comer, caminar o ir al baño. En alguna o en varias situaciones, el se sintió humillado por sus progenitores, avergonzado, comparado o criticado.
Tratemos de identificar, si sentimos algunos de estos aspectos en nuestra vida:
Todo cuesta, sobre todo el disfrute.
Te sentís avergonzado de vos y otras personas.
Te comparás con los demás.
Das mucho a los demás, esperando ser reconocido.
Sos hipersensible.
Te sentís responsable de la felicidad de los demás.
Podés tener problemas en el disfrute sexual por la vergüenza.
Solés compensar tus emociones negativas con ingestas de comida sobre todo dulces y procesados.
Al igual que las otras heridas, la de humillación puede sanarse si la persona, ya adulta, toma conciencia de su daño y de su máscara. Esto no es sencillo, pues resulta doloroso aceptar que uno se ha sentido ridiculizado por otros y por sí mismo; sin embargo, es un primer paso imprescindible.
A partir de aquí, la persona deberá cambiar sus hábitos: comenzar a escuchar y atender sus necesidades y dejar de cargar con vidas ajenas; adoptar un diálogo interno positivo en el que no se compare, ni se humille y permitirse ser.
En esta sanación podes buscar ayuda de un terapeuta. Este puede ayudarte a identificar el origen de la herida y guiarte en el proceso de quitarte la máscara.
Así, que si te has sentido identificado con lo anterior, anímate a buscar ayuda, hablar de lo que sentís, y sobre todo ¡abrazarte!
Bendiciones.
Prof. Paula Vogel
Gimnasia para el Alma.
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