La inflación se desacelera y está muy bien que así sea. Es, de hecho, uno de los principales enemigos de las economías familiares junto con la pérdida de poder adquisitivo.
El problema, en este caso, es que su moderación sigue siendo lenta y, peor aún, cómo se logra esa baja.
La cuestión es cómo interpretarlo. Para el Gobierno se redujo dos puntos respecto de la de febrero. Para los ciudadanos de la economía real fue de diez puntos porcentuales en el mes. Es muy difícil analizar el ritmo inflacionario sin darle contexto real, como pretende hacerlo el Gobierno. Los precios se están desacelerando nada menos que pisando los salarios, las jubilaciones y generando una densa recesión.
En ese escenario, lo que se debe analizar, es cuán sustentable es una desaceleración de precios, porque apenas se produzca una recuperación del salario, la disparada inflacionaria será proporcional.