Sabían que pasaría y nada hicieron para anticiparlo, salvo cortar el suministro de GNC en varias estaciones de servicio y en algunas industrias. El llamado de atención más alarmante se produjo semanas atrás y, desde entonces, no se movió una sola ficha para evitar que buen parte del país se quede sin gas frente a la ola de frío que también sabían que llegaría.
El problema que se transformó ahora en una crisis nacional lleva años de gestación y hoy vuelve a guardar estrecha relación con el ajuste, la visión corta y el centralismo en el que generalmente caen las presidencias argentinas.
El problema llega justo con el vencimiento del contrato con Bolivia que asegura la llegada de gas desde ese país, acuerdo que vence en junio y que, avisó el actual Gobierno argentino, no será renovado.
Otro aspecto de la crisis del gas es que, si bien existe materia prima en el sur argentino, no puede ser trasladada a algunas regiones porque, en plan de frenar la obra pública, desde diciembre se suspendieron trabajos tendientes a extender gasoductos. Así las cosas, si es intención del Gobierno asegurar el suministro en condiciones normales para el norte, este y oeste, deberá recurrir entonces a barcos cuyos costos se cuadriplican comparados con lo que se pagaría empleando el gas y la red nacional. Pero eso tampoco se hizo.
Peor aún. En las últimas semanas circularon informes que anticipaban una crisis inminente en el sistema de gas natural de la Argentina. Los papers llegaron hasta los despachos del Gobierno y de las principales empresas de energía.
Hoy, con el drama consumado, la oposición acusa al Gobierno de falta de previsión y de priorizar el ajuste en obras de infraestructura que podrían haber evitado semejantes tensiones en el sistema. De su lado, el Gobierno sostiene que las tensiones en el sistema se dieron debido a la ola de frío y a tener “toda la infraestructura atada con alambre” por la herencia recibida.
En el medio de la lucha de la casta política oficialista y opositora quedaron entrampados, una vez más, millones de argentinos que siguen esperando algo de empatía.