“Lo peor del ajuste ya pasó”, celebró ayer el ministro de Economía, Luis Caputo, durante su disertación en la apertura del Latam Economic Forum. El funcionario libertario intentó reforzar su tesis al destacar que la presencia y el apoyo del presidente Javier Milei le da confianza “para tomar las medidas que nadie se animó a tomar por décadas”. El mercado, ese mundo en el que Milei, Caputo y varios referentes del oficialismo se mueven con comodidad, suele responder a los estímulos de este tipo casi de inmediato… y fue lo que pasó ayer.
Los dólares libres volvieron a moverse en el sentido que no le gusta al Gobierno. Los bonos soberanos en dólares volvieron a caer ayer y como consecuencia, el riesgo país superó la marca de los 1.500 puntos, su mayor nivel valor desde el 19 de marzo pasado.
Entiende el mercado que, el ajuste sobre la sociedad iba en el sentido correcto, pero también que el plan se agotó en llevar la inflación a un dígito y que entonces se acabaron las ideas.
Caputo reforzó ante el establishment el relato libertario acerca de que esta vez sí vale la pena empobrecerse (o empobrecer a la sociedad), pero el resultado, al menos en lo que va de la semana, dista mucho de lo que busca el Gobierno. “Nosotros no los vamos a desilusionar. Y si el país empieza a crecer, vamos a bajar impuestos. Estamos cerquísima de eso”, argumentó con más lírica que contenido ante el auditorio de empresarios que escuchaba.
El escenario actual luce preocupante y dista mucho de la exhortación al optimismo oficialista. Con una marca histórica de pobreza, el consumo seriamente averiado y el poder adquisitivo devaluado como pocas veces, asegura a los empresarios que “nosotros no los vamos a desilusionar”.
Semanas atrás, en Bariloche, el propio Milei arrinconó a los empresarios: “Muchachos, en algún momento van a tener que poner las pelotas, van a tener que invertir y se van a tener que jugar”.
Las encuestas que a diario llegan a las redacciones del país van en el mismo sentido, el empresariado mantiene su apoyo a Milei, pero los “muchachos” todavía no se la juegan a invertir.
Claramente, hace falta mucho más que una pírrica victoria sobre la inflación para convencer a los inversores de que esta vez sí vale la pena.